¡Las cuentas no cuadran! Presupuestos domésticos, maniobras financieras e incluso juegos de cartas, por no hablar de los temidos deberes. Parece que las matemáticas están por todas partes, y que incluso nos amenazan.
La relación de los estudiantes españoles con esta asignatura es un poco peliaguda, como revelan los datos de la prueba TIMMS que se realiza cada cuatro años en primaria.
Pero si orientarse entre paréntesis, signos, potencias y funciones puede ser una tarea desalentadora para todos, se convierte en un verdadero reto para quienes padecen el trastorno específico del aprendizaje conocido como discalculia o “dislexia de las matemáticas”.
¿Qué es la discalculia?
La discalculia, también conocida como dislexia numérica, dislexia matemática o trastorno del cálculo, está incluida en el capítulo del DSM-5 (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) dedicado a los trastornos del neurodesarrollo o neurodivergencias, en el párrafo relativo a los trastornos específicos del aprendizaje. Mientras que en el CIE-11 (Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS, 2018), la discalculia está clasificada como un trastorno evolutivo del aprendizaje con dificultades en matemáticas.
Pero, ¿en qué consiste exactamente la discalculia y con qué síntomas se manifiesta?
En literatura (Shalev y Gross-Tsur, 2001; Kucian y von Aster, 2015; Soares y Patel, 2015) la discalculia evolutiva se define como un trastorno específico del aprendizaje que afecta a la adquisición normal de las competencias matemáticas.
En lo que respecta a los síntomas de la discalculia, entre las características y las competencias que se ven afectadas en las personas que tienen discalculia encontramos las dificultades para entender conceptos y símbolos matemáticos, realizar operaciones aritméticas básicas y organizar correctamente cálculos espaciales, así como problemas para aprenderse las tablas de multiplicar (Lucangeli y Tressoldi, 2001).
En la etiología, como sucede con todos los trastornos específicos del aprendizaje, además de aspectos ambientales relacionados con una escolarización deficiente o inexistente, encontramos bases neurológicas (Von Aster y Shalev, 2007).
En 1974, el psicólogo Kosc dio una definición de discalculia en la que la presentaba como:
“un trastorno específico del aprendizaje de los números, cuyo origen se da probablemente en una alteración del sistema nervioso central, que no está acompañado de dificultades mentales generales, pero con frecuencia está asociado a otros trastornos de la función simbólica, como la dislexia y la disgrafía.”
Tipos de discalculia
En cuanto a los tipos de discalculia, existen diversas clasificaciones. Entre ellas, la clasificación de Gómez, Mora, Soria, Betancourt y Herrera, 2016 identifica 6 tipos de discalculia:
- Discalculia verbal: dificultad para nombrar cantidades matemáticas, números, términos, símbolos y relaciones.
- Discalculia practognóstica: dificultad para enumerar, comparar y manipular objetos matemáticamente.
- Discalculia léxica: dificultad para leer símbolos matemáticos.
- Discalculia gráfica: dificultad para escribir cifras y signos matemáticos.
- Discalculia ideo-diagnóstica: dificultad para comprender conceptos y relaciones matemáticas.
- Discalculia operacional: dificultad para realizar operaciones matemáticas.
Diferencia entre acalculia y discalculia
Distinguir entre acalculia y discalculia puede ser útil, ya que navegar por el complejo mundo de la neurodivergencia no siempre resulta sencillo.
Un trabajo pionero del neurólogo Henschen (1925) habla de la acalculia como un déficit de las competencias computacionales que deriva de una lesión cerebral. Una definición que también retomó Loring (1999) y que indica el carácter adquirido de la condición.
En cambio, la discalculia es un trastorno relacionado con el neurodesarrollo. De modo que existen diversas causas y manifestaciones clínicas, que afectan a la capacidad de cálculo mental y escrito casi por completo en el caso de la acalculia (Lewandowski y Stadelmann, 1908). Asimismo, esta última puede presentarse en comorbilidad con la afasia y la agrafia.
Disgrafía, disortografía, dislexia y discalculia: una sola familia, muchas formas de manifestarse
¿En qué se diferencia la discalculia de otros trastornos específicos del aprendizaje?
Las personas que tienen discalculia tienen dificultad para realizar cálculos matemáticos. Dicha dificultad no se refiere a la capacidad de razonar aritméticamente, sino a la de reconocer y escribir el signo o colocar correctamente los números (Simonetta, 2005).
Por el contrario, el resto de trastornos específicos del aprendizaje se suelen manifestar con los siguientes síntomas:
- Dislexia: trastorno de la lectura que, como recuerda el DSM-V (APA, 2013), se manifiesta mediante problemas de reconocimiento, decodificación y ortografía de las palabras. Puede ser evolutiva, si está relacionada con un desarrollo anormal, adquirida, si su causa es una lesión cerebral, o específica, cuando no altera otras capacidades cognitivas, pero afecta al rendimiento escolar, y suele estar asociada a retrasos en el lenguaje y problemas emocionales (Galimberti, 2018, p.48).
- Disgrafía: problemas de carácter psicomotor en la producción del gesto gráfico, la presión y la coordinación del signo, y la capacidad para controlar el tamaño de las letras (Simonetta, 2005).
- Disortografía: las competencias léxicas expresivas permanecen intactas, pero la capacidad para traducir los sonidos en los signos gráficos correspondientes es deficitaria (Simonetta, 2005). Algunos ejemplos de aspectos que pueden dificultar el aprendizaje a las personas con disortografía son: las dudas y errores ortográficos como la confusión de “ha” del verbo haber y “a” de preposición.
¿Cómo saber si tengo discalculia?
¿Es una cuestión de incompatibilidad con la asignatura o un trastorno específico del aprendizaje? ¿Cómo podemos darnos cuenta de que tenemos discalculia?
En primer lugar, es necesario verificar la presencia de los criterios diagnósticos de la discalculia que se indican en el DSM-5, es decir:
- problemas en el aprendizaje,
- capacidades escolares por debajo de lo esperado,
- aparición de déficits en edad escolar,
- ausencia de discapacidad intelectual.
Según el DSM-5, el término discalculia se utiliza para describir un trastorno que se caracteriza por los problemas para procesar datos numéricos, aprender fórmulas y ejecutar cálculos de forma precisa y fluida.
La utilización de este término debe ir acompañada de la especificación de posibles problemas adicionales en lo que respecta al razonamiento aritmético y la precisión del razonamiento.
El diagnóstico de la discalculia
Según datos del Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes, en el curso escolar 2022-2023, el 31 % del alumnado con necesidades educativas específicas presentaba trastornos de aprendizaje como puede ser la discalculia.
En cuanto a cómo evaluar la discalculia, cabe precisar que la evaluación y diagnóstico de la discalculia debe ser realizado por profesionales especializados como neuropsiquiatras, psicólogos o logopedas en el sistema sanitario público o en un centro privado.
Esto requiere un diagnóstico clínico (Benedicto-López y Rodríguez-Cuadrado, 2019) que se basa en:
- recoger datos de la historia clínica del alumno, así como revisar informes escolares y contactar con el servicio de orientación de la escuela,
- realizar, paralelamente, una evaluación neuropsicológica con pruebas estandarizadas para establecer las dificultades, valorar las funciones cognitivas alteradas y preservadas, detectar la presencia de posibles déficits asociados y hacer un diagnóstico diferencial,
- realizar también pruebas que evalúen el cociente intelectual, los procesos lectoescritores y los procesos psicológicos básicos.
Algunas de las pruebas para detectar y diagnosticar trastornos del cálculo en España son la TEDI-MATH (Test para el diagnóstico de las Competencias Básicas en Matemáticas) y subpruebas de escala más generales como la WPPSI-IV (Escala de Inteligencia de Weschler para Preescolar y Primaria).
Todos los datos recogidos durante la evaluación y el diagnóstico se valoran para establecer un tratamiento educativo para la discalculia lo más adaptado posible.
El enfoque del diagnóstico de la discalculia en adultos y su atención está poco desarrollado y los procedimientos de evaluación suelen basarse en la adaptación de pruebas calibradas para edades más tempranas (Ghidoni et al., 2013).
Discalculia y TDAH
La comorbilidad entre la discalculia y el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y entre la discalculia y la dislexia (Benedicto-Lòpez y Rodriguez-Cuadrado, 2019) ha sido ampliamente estudiada en literatura.
En un estudio publicado en la revista científica Developmental Medicine & Child Neurology (Gross-Tsur et al. 1996) sobre una muestra de 140 niños diagnosticados de discalculia, se observó que el 26 % también presentaba síntomas de TDAH.
Autismo y discalculia
La tendencia en literatura es considerar con reservas la posible comorbilidad entre el autismo y los trastornos específicos del aprendizaje. De hecho, se tiende a creer que los trastornos del espectro autista son preeminentes y que se puede hacer una desambiguación desde el punto de vista funcional de los trastornos específicos del aprendizaje, pero no desde el punto de vista causal en lo que respecta a los déficits característicos del espectro (D’Ales et al., 2021).
Además, resulta importante pensar en el espectro autista como en un cielo estrellado o una galaxia. Cada estrella tiene su forma particular de brillar y parpadear. Del mismo modo, en los trastornos del espectro autista, tenemos una gran variedad de niveles de funcionamiento a nivel lingüístico, comunicativo, motor y afectivo-relacional.
Por lo tanto, no hay que dar por sentado que una neurodivergencia se corresponda con superdotaciones específicas en determinados ámbitos cognitivos como sí sucede con el síndrome de Savant (situación clínica en la que, en un cuadro de discapacidad intelectual, despuntan algunas capacidades muy desarrolladas en ámbitos específicos (Hill, 1978)).
Seguramente es necesario iniciar una reflexión profunda que vaya más allá de las etiquetas y, desde este punto de vista, el concepto de neurodiversidad cuestiona si se trata de enfermedades que haya que medicalizar y curar o de diferencias que hay que reconocer y valorar dentro de los contextos sociales (Caniglia, 2018).
Posibles causas de la discalculia
Los trastornos específicos del aprendizaje pueden tener diversas causas:
- factores genéticos, incluidos los componentes hereditarios,
- factores epigenéticos, es decir, relacionados con la expresión de los genes en función de la edad y la exposición a determinados factores ambientales,
- anomalias neuroanatómicas,
- procesos cognitivos disfuncionales.
El DSM-5 hace hincapié en el origen biológico de los trastornos específicos del aprendizaje con la interacción de factores genéticos, ambientales y epigenéticos. Además, se demuestra que, con una terapia adecuada para la discalculia, que incluya educación y tratamiento continuo, se puede modificar su curso.
En los procesos cognitivos subyacentes de la discalculia parecen estar implicados déficits relacionados con la memoria. Esto podría ser lo que produce una sobrecarga, y el consiguiente gasto de recursos cognitivos, que da lugar a errores en la recuperación o el almacenamiento.
En cambio, otras hipótesis están relacionadas con los problemas de carácter visuoespacial (Lucangeli y Tressoldi, 2001).
Desde un punto de vista psicológico puede ser interesante analizar la relación con la ansiedad. Está claro que la activación ansiosa y las preocupaciones pueden afectar negativamente al rendimiento, lo que incluye el ámbito matemático.
Sin embargo, en presencia de discalculia, la alteración de las capacidades matemáticas es independiente del posible alcance ansioso de la situación. Al contrario, la ansiedad puede aumentar a causa de los problemas relacionados con el aprendizaje, que hacen que el rendimiento sea deficitario y, por consiguiente, provoca preocupación y miedo al respecto de las evaluaciones y los juicios.
De hecho, los niños con problemas de discalculia pueden presentar niveles de ansiedad más altos y una autoestima más baja respecto a los grupos de control (Rappo et al., 2014).
¿Hay diferencias entre niños y niñas? Los estudios sobre el tema proporcionan datos contradictorios. Los estudios más recientes (Fischbach, et al., 2013) parecen mostrar una mayor prevalencia de la discalculia entre las mujeres.
Mientras que algunos estudios precedentes (Desoete et al., 2004) habían llegado a la conclusión opuesta. Sin embargo, lo que sí muestra el porcentaje de mujeres que cursa estudios académicos en las disciplinas STEM es que los estereotipos de género siguen estando presentes a la hora de elegir una carrera profesional (solo el 27,3 % de las jóvenes matriculadas en el curso universitario 2023-2024 optó por títulos en disciplinas matemáticas, tecnológicos o científicas según datos del SITU).
Asimismo, cabe destacar que las diferencias pueden deberse a factores metodológicos o sesgos a la hora de evaluar y diagnosticar, más que a diferencias reales entre géneros.
¿La discalculia es una discapacidad?
La discalculia se considera un trastorno específico del aprendizaje. Las dificultades específicas de aprendizaje como la discalculia o “dislexia numérica” están amparadas por la legislación española desde 2006, en la Ley Orgánica de Educación. La LOE 2/2006 reconoce que: “Corresponde a las Administraciones educativas asegurar los recursos necesarios para que los alumnos y alumnas que requieran una atención educativa diferente a la ordinaria [...] puedan alcanzar el máximo desarrollo posible de sus capacidades personales y, en todo caso, los objetivos establecidos con carácter general para todo el alumnado.”
Discalculia: ejercicios y método de estudio
La elaboración de mapas conceptuales y diagramas y el uso de calculadoras y ordenadores están especialmente indicados en intervenciones que promuevan la adquisición de un método de estudio lo más autónomo posible para los niños y jóvenes con discalculia.
En Internet, publicados en revistas o volúmenes especiales, se pueden encontrar numerosos ejercicios útiles para entrenar la memoria, la atención, la concentración y las habilidades visuoespaciales, desde ejercicios de memoria hasta ejercicios de barrido, juegos matemáticos sencillos y hojas de ejercicios que fomentan la organización visual y espacial de números y cálculos.
Asimismo, hay enfoques didácticos interesantes que se basan en escape room virtuales o reales, es decir, juegos de enigma que estimulan las competencias de razonamiento y resolución de problemas, así como el trabajo en grupo.
También se ha consolidado el uso de videojuegos en la intervención didáctica para la estimulación de las competencias matemáticas de los estudiantes con discalculia (Torres-Carrión et al., 2018). Se han desarrollado incluso aplicaciones para teléfonos inteligentes y ordenadores, como disMAT (Ferraz et al., 2017). Otro ejemplo de aplicación que sirve de apoyo para el proceso de aprendizaje para los estudiantes que tienen discalculia es Math Fun (Rohizan et al., 2020).
¿Qué puedo hacer si tengo discalculia?
¿Enfermedad, trastorno, déficit o neurodiversidad? Una pregunta compleja que corresponde a una situación que suele ser igual de compleja. La discalculia, como todos los trastornos específicos del aprendizaje, puede afectar en gran medida al proceso de desarrollo y la relación con la escuela de la persona que la padece.
Aumenta la ansiedad, la preocupación por los deberes y los exámenes, los enfrentamientos con los compañeros y, en algunos casos, los malentendidos con profesores y padres, que pueden confundir el trastorno específico del aprendizaje con una falta de ganas.
Los trastornos específicos del aprendizaje actúan como un lastre que lleva a quemar una gran cantidad de energía cognitiva. Como consecuencia, puede que a los jóvenes les cueste concentrarse y memorizar, lo que les lleva a desarrollar niveles de frustración muy altos.
¿Un programa de apoyo psicológico puede ser de ayuda? En estos casos, un proceso terapéutico puede ser importante para:
- Fomentar la autoestima y las habilidades sociales que ayudan a la integración en el grupo de clase, reducir la ansiedad y desarrollar estrategias de coping y de resolución de problemas.
- Realizar entrenamientos específicos para potenciar las habilidades matemáticas.
- Apoyar a la familia y los profesores para que entiendan las necesidades específicas del estudiante y puedan elaborar planes didácticos personalizados que den continuidad al método entre la escuela y el hogar.
- Favorecer el desarrollo de recursos a nivel individual, familiar, escolar y de otros establecimientos como los servicios extraescolares especializados, las ludotecas, los profesionales involucrados en el tratamiento de la discalculia y los servicios del sistema nacional de salud.
Otro enfoque interesante puede ser la musicoterapia. De hecho, el uso de la música promueve habilidades como la atención compartida y se utiliza en las intervenciones tanto con personas con trastorno del espectro autista como con trastornos específicos del aprendizaje (Guzzoni, 2012).
Discalculia: el rol de la familia y de los padres
Atrapados entre las exigencias de la escuela, el proceso no siempre claro de cómo diagnosticar la discalculia y la comparación con el rendimiento de los compañeros de clase, las familias y los padres de alumnos con trastornos específicos del aprendizaje suelen experimentar el sonido del timbre con especial aprensión. Por eso es importante reconocer sus necesidades y su derecho a ser escuchados y atendidos ante las dificultades a las que se enfrentan.
Por eso, la primera intervención para ayudar a una persona que tiene discalculia puede empezar por una formación y psicoeducación adecuadas. Esa es la única manera de poder activar recursos dentro del contexto familiar y reducir la conflictividad que suele generarse debido a la incomprensión mutua con la escuela.
De modo que hay que dar apoyo a las familias, informarlas correctamente e involucrarlas en el proceso de atención previsto para los alumnos que tienen discalculia. Su rol es fundamental para:
- apoyar la autoestima y el compromiso de los niños a pesar de sus dificultades de aprendizaje,
- incentivar las actividades de estudio, juego y socialización que favorezcan las habilidades que son deficientes a causa del trastorno,
- favorecer una actitud de cooperación con la institución educativa que se traduzca en la adopción de métodos y herramientas similares a los que se adoptan en clase para evitar confusión, pero sobre todo en la limitación de la crítica y la deslegitimación de todo lo que hacen los profesores.
Este último punto es especialmente delicado, pero también fundamental. Una actitud de oposición sugiere desconfianza en los profesores y puede legitimar comportamientos de oposición que son contraproducentes en el proceso de aprendizaje. Por el contrario, es fundamental promover el diálogo, la confrontación y la creación de una red con los profesores y los servicios de diagnóstico, evaluación y tratamiento de la discalculia.
Discalculia en España: ¿qué recursos existen?
En España, existen diversas organizaciones y asociaciones que buscan sensibilizar y proporcionar recursos y apoyo a las familias que afrontan trastornos específicos del aprendizaje como la dislexia y la discalculia o “dislexia de las matemáticas”. Entre las principales se encuentran FEDIS (Federación Española de Dislexia) y DISFAM (Organización Internacional Dislexia y Familia).