Traumas y psicotraumatología

¿Cuántos tipos de traumas psicológicos existen? Una clasificación posible divide los traumas psicológicos en dos grandes categorías:

1. Traumas agudos: hacen referencia a los traumas provocados por un único episodio traumático puntual, como puede ser un trauma provocado por una agresión sexual o un trauma psicológico tras un accidente de tráfico.
2. Traumas crónicos: hacen referencia a los traumas provocados por situaciones o episodios traumáticos que se repiten a lo largo del tiempo, como puede ser un trauma provocado por una humillación (como en el caso del bullying o del mobbing) o traumas infantiles relacionados con situaciones como el abuso, el abandono o la dejadez.

Un trauma emocional que se repite a lo largo del tiempo dentro de una dinámica interpersonal puede constituir la base de la etiología del “trastorno postraumático complejo”. También existe lo que se conoce como traumas intergeneracionales, o traumas psicológicos que se transmiten de generación en generación.

Los profesionales que trabajan como “cuidadores”, como los operadores humanitarios, los psicólogos, los asistentes sociales o el personal sanitario, también puede experimentar un trauma, que se define como trauma vicario, o sufrir el impacto emocional de un trauma incluso si no les afecta personalmente.

En el DSM-5, las experiencias traumáticas se presentan como factores de riesgo para hasta 52 trastornos mentales. De modo que el hecho de haber sufrido un trauma se puede manifestar de diversas maneras y los síntomas físicos y psicológicos pueden ser muy variados y presentarse con diferente frecuencia y magnitud en función de la experiencia traumática por la que se haya pasado.

Estos son algunos de los síntomas psicológicos de los trastornos relacionados con un trauma:

• el efecto trigger o desencadenante (un estímulo que aparentemente no está relacionado con el trauma y que hace que reaparezca el shock),
• la ansiedad y la hipervigilancia,
• la evitación de los lugares y situaciones relacionados con el trauma,
• las convicciones distorsionadas relativas a la causa o a las consecuencias del evento,
• el mal humor persistente,
• las reacciones disociativas (como los flashback, la despersonalización, la desrealización y la amnesia disociativa),
• los sentimientos de indiferencia hacia los demás que pueden conducir al aislamiento social.

En estos casos, los daños psicológicos que provoca el evento traumatizante tienen un impacto en la vida diaria y ponen en riesgo las relaciones, el trabajo o los estudios, lo cual hace que se vea comprometida la salud mental y física del individuo.

Vivir una experiencia traumática en la infancia no predice de forma directa la presencia de problemas psicológicos en la edad adulta, pero sí es un factor de riesgo; al igual que los factores genéticos predisposicionales y del contexto. Un trauma infantil (especialmente si se trata de traumas infantiles no resueltos) puede repercutir profundamente y de forma duradera en la vida de una persona, así como influir en diversos aspectos del bienestar psicológico, emocional y físico en la edad adulta.

Como ya hemos mencionado, además de los trastornos de ansiedad y depresión, la persona que ha vivido un trauma infantil puede tener una mayor predisposición a padecer trastornos de la personalidad como el trastorno evitativo de personalidad, el trastorno paranoide de personalidad y el trastorno límite de la personalidad. No obstante, se estima que mientras que en torno al 70 % de la población vive un evento traumático a lo largo de su vida, solo el 5,6 % de la misma llega a padecer un trastorno de estrés postraumático.

Otra consecuencia habitual de haber sufrido uno o varios traumas es la fragmentación de la identidad, una condición en la que la identidad de una persona está dividida en partes separadas, incoherentes o conflictivas y que puede manifestarse a través de varios trastornos, como los trastornos disociativos.

Tanto si se trata de un trauma que la persona acaba de sufrir como de un acontecimiento traumático del pasado que aún no ha resuelto, un psicólogo especializado puede dar apoyo durante las diferentes fases del trauma psicológico y ayudar a procesar los recuerdos traumáticos.

Para superar un trauma podemos confiar en un psicólogo y psicoterapeuta, que puede usar técnicas y métodos específicos como el EMDR, según su formación y su orientación terapéutica.

La terapia cognitivo-conductual, la terapia breve estratégica y la terapia psicodinámica son algunos ejemplos de enfoques que se pueden utilizar para superar un trauma.