¿Una calabaza puede dar la vuelta al mundo? Pues sí, es lo que ha pasado con la calabaza de Halloween o Jack O’Lantern (literalmente “el farol de Jack”), el legendario personaje que, desde el mundo anglosajón y americano, se ha convertido en un símbolo de la fiesta de Halloween en todo el mundo.
El nombre de esta festividad proviene de All Hallows Eve, literalmente “Vigilia de todos los Santos”.
Cuenta la leyenda que un borracho llamado Jack, demasiado granuja para ir al paraíso y excluido del infierno debido a un pacto con el diablo, está condenado a vagar con una brasa dentro de un nabo. De ahí viene la costumbre de tallar calabazas con forma de rostros humanos y llenarlas de luces.
Pero, ¿qué tiene que ver este personaje con la festividad cristiana del Día de Todos los Santos y con las numerosas tradiciones que celebran la relación con el más allá en todo el mundo? Intentaremos descubrirlo procurando entender las razones antropológicas, psicológicas, económicas y culturales que han contribuido a que una calabaza de la vuelta al mundo.
¿Por qué se celebra Halloween? Historia y tradiciones del mundo
El historiador Rogers (2002) relaciona la fiesta de Halloween con la fiesta celta de Samhain, que se celebra en el mismo período del año. Como solía ocurría en la cultura campesina, en la que la relación con la estacionalidad era fundamental, los momentos en los que se pasaba de una estación a otra se acompañaban de fiestas que servían como agradecimiento o rito propiciatorio, como la fiesta de la cosecha o la vendimia y los nuevos fuegos para dar la bienvenida al otoño y agradecer la ausencia de granizadas.
Como trasfondo, la constante relación entre la vida y la muerte. En la cultura celta, con la fiesta de Samhain, se celebraba el paso de la estación luminosa a la oscura (Le Goff, 1981; Cardini, 1981), un momento del año en el que los muertos podían volver a sus viviendas para calentarse y disfrutar de las comidas que sus familiares habían preparado.
En ese mismo período, brujas, hadas y duendes también deambulaban aprovechando el aumento de las horas de oscuridad.
Aunque hay cosas que se solapan en ambas fiestas, como puede ser la costumbre de disfrazarse y el ambiente festivo, no hay certeza de que exista una continuidad entre ambas celebraciones (Resta, 2019). Dado que las pruebas históricas de las que disponemos son incompletas, no se puede descartar que la festividad celta no haya influido también en la fiesta cristiana del Día de Todos los Santos.
Más allá de las conexiones que puedan existir entre estas festividades, es interesante ver cómo, en cada sociedad, parece existir un espacio de encuentro y celebración en torno al mundo de los muertos.
En México, por ejemplo, durante el Día de los Muertos se toman el tradicional pan de muertos y las calaveritas de azúcar y chocolate (Di Matteo, 2015).
Comer con motivo de la celebración de la muerte puede parecer extraño, pero se trata de una costumbre que ya existía en la antigua Roma. Durante los refrigerium, cerca de las tumbas se organizaban banquetes en los que no solo se comía, sino que también se hacían ofrendas de comida y bebida, que se colocaban dentro de las tumbas (Resta, 2019).
Partiendo de estos ritos, pasando por la novela de Drácula de Bram Stoker y siguiendo al ritmo de la música con los zombis bailarines de Thriller, el single de 1982 de Michael Jackson, hasta llegar a las películas de miedo modernas, el hombre tiene la necesidad de hacerse preguntas sobre el final de la vida.
El modo en el que se entrelazan la vida y la muerte nos asusta, hace que nos hagamos preguntas y nos fascina desde los tiempos de las cavernas. La luz que se filtra por la cara esculpida en una calabaza sirve como testimonio de dicho vínculo.
La celebración de la muerte
Tanto mediante la esperanza del consuelo de la vida después de la muerte, como en el caso de la cultura cristiana, como mediante la aceptación del final de la vida como algo ineludible típica de la cultura mexicana (Di Matteo, 2015), la celebración de la muerte es una necesidad psicológica fundamental.
Como seres humanos sentimos la necesidad de enfrentarnos a este tema a nivel individual y colectivo. Durante la pandemia, nos dimos cuenta de lo doloroso que resulta no poder despedirse de los difuntos y celebrar como se debe los ritos fúnebres. Reconstruir un significado compartido se vuelve esencial a la hora de afrontar el dolor del duelo.
“No obstante, la tradición cultural y religiosa proporciona ritos y pautas con las que el individuo puede intentar dar forma y marcar la cadencia del tiempo y las vicisitudes del ‘duelo psicológico’ ” (Neri, 2002).
Ya en la década de 1920, el psiquiatra y psicoanalista húngaro Sándor Ferenczi, en su obra Thalassa, comparaba los funerales con las asambleas de sueño o rituales particulares que algunos animales realizan para agruparse y acurrucarse los unos con otros.
Podemos imaginar que en fiestas como la de Halloween, jugar y bromear sobre aquello que nos da miedo, compartir con otros la atracción por algo que de otro modo se considera macabro y extravagante, adquiere un valor y un significado colectivo y social.
Pensar en la muerte en soledad puede asustar, pero jugar con los demás con este tema, que suscita emociones intensas, se convierte en algo más fácil de manejar. El hecho de compartir algunas prácticas nos hace sentir parte de un grupo, de una comunidad imaginada, un concepto que el filósofo Anderson introdujo en los años ochenta.
La búsqueda del miedo
El miedo es una emoción que se ha estudiado mucho pero que sigue siendo objeto de debate. Uno de los principales eruditos de esta emoción, el neurocientífico LeDoux, intenta aportar claridad sobre este tema haciendo una importante distinción entre dos procesos separados:
- La percepción de la amenaza: cuando el córtex visual capta un input amenazador, se activa la amígdala responsable de la respuesta fisiológica conductual, es decir, el aumento del ritmo cardiaco y la predisposición física a la reacción de lucha o huida.
- La sensación de miedo: en la que interviene otra zona del cerebro, el neocórtex, que es responsable de la conciencia de lo que se está experimentando.
En línea con esta distinción teórica podemos llegar a la conclusión de que la atracción por las películas de miedo y los thrillers, montar en la montaña rusa o entrar en la casa del terror equivale a exponerse de manera controlada a una amenaza. Pero, ¿por qué tendemos a hacer esto?
- Necesidad de objetivación: observar, describir e identificar una emoción se convierte en una manera de controlarla (Comi, 2018).
- Necesidad de narración: sentir satisfacción al narrar la situación que hemos afrontado (Delpierre & Reduzzi, 1976). ¿Cuántas veces nos encontramos reavivando la adrenalina, y en cierto modo también la autoestima, al contar lo que hemos sentido al ver una película de miedo o al montarnos en una atracción?
- Necesidad de educar y transmitir normas sociales, religiosas y culturales para consolidar la pertenencia a un grupo. En el pasado, ante las danzas macabras que estaban pintadas en las iglesias de toda Europa, las personas que no sabían leer también podían familiarizarse con conceptos religiosos, así como con la dimensión de la muerte y de los preceptos de la vida.
- Necesidad de entrar en contacto con miedos ancestrales: la enfermedad mental, la transformación del cuerpo, lo desconocido, lo que no es humano, el miedo a la muerte, nuestra agresividad. Esta necesidad se puede reforzar sobre todo en contextos históricos y sociales como el actual, marcado por la angustia relacionada con las catástrofes ecológicas, el terrorismo y las pandemias (Gili, 2011).
Por lo tanto, resulta complejo explicar por qué nos exponemos de manera voluntaria a una amenaza. Puede que la dimensión de la voluntariedad y el control haga que nos sintamos seguros, como si se tratase de un experimento o una especie de entrenamiento al que decidimos someternos.
La fascinación por Halloween y las situaciones aterradoras: ¿un problema de sentido?
La pregunta “¿qué representa la fiesta de Halloween?” surge, por lo tanto, de forma espontánea.
Ya en la época de los romanos durante las fiestas conocidas como parentalia, que se celebraban durante el mes de febrero, después de honrar a los difuntos, las personas disfrutaban de danzas y banquetes (Resta, 2019). Así que la celebración de la muerte y la relación entre el más allá y el más acá son una constante de la existencia humana. Pero, ¿por qué?
La teoría del manejo del terror (TMT), formulada por Greenberg, Pyszczynski y Solomon (1986) a partir de la reflexión filosófico-antropológica de Ernest Becker, nos puede ayudar a responder a la pregunta.
El hombre comparte con todos los demás animales el instinto de supervivencia. Sin embargo, se diferencia por tener conciencia del final de la vida: sabe que es mortal. Esta certeza puede generar una angustia latente que impulsa a buscar visiones del mundo que sean capaces de dar un sentido más profundo a la existencia amenazada por la mortalidad.
La autoestima y la adhesión rígida a visiones del mundo como la basada en la fe resultan necesarias para contarnos que somos algo más que animales ligados a un ciclo biológico preciso.
En palabras del cantante Vasco Rossi: “Quiero encontrar un sentido a esta vida, aunque esta vida no tiene sentido”. Así que, se puede decir que en la base de nuestro coqueteo continuo con todo lo relacionado con la muerte, el terror, lo desconocido y lo terrorífico hay un problema de sentido.
Sin miedo, para encontrar una solución, hay que mirar a los niños, que dirían “vamos a jugar con esto”. Transformar dudas tan profundas sobre la muerte y lo que hay después de la muerte en una fiesta alegre casi permite la catarsis. Del mismo modo, en la antigua tragedia, el asistir a algo dramático permitía quitarse algún que otro peso de encima: “no soy el único que piensa en una cosa tan extravagante, macabra, grotesca, agresiva o aberrante, menos mal que le ha sucedido al protagonista de la historia y no a mí”.
Desde un punto de vista psicológico es un poco como si, en rituales como el de Halloween, nos expusiéramos a la amenaza de forma controlada y luego volviésemos a entrar en la zona de confort segura de la realidad sabiendo que hemos sobrevivido y que contamos con los recursos para enfrentarnos a ese contexto tan aterrador. Una especie de terapia de desensibilización (LeDoux, 2018).
¿Cuántas experiencias empiezan a conocer los niños de esta manera, a través de los juegos y de la simulación? Nos exponemos a las emociones, las reconocemos, las toleramos y aprendemos a regularlas.
Esto también sucede con las películas, los vídeos y los espectáculos, por eso los eventos de Halloween siguen proliferando y el terror cada vez tiene más éxito.
Halloween como un momento para liberarse de la muerte
Con ocasión de los Triunfos, los romanos decían: semel in anno licet insanire, es decir, una vez al año es lícito enloquecer. Se trataba de situaciones especiales, recogidas más tarde por la tradición carnavalesca, en las que se podían subvertir las jerarquías sociales habituales.
Uno podía burlarse de líderes y emperadores, romper el statu quo a través del juego y la fantasía. Se celebraba fingiendo ser quien no se era normalmente, para luego disponerse a reincorporarse a las filas de la vida cotidiana y volver a respetar los roles y las normas sociales.
Hablando de thrillers y películas de miedo, se nos viene a la mente la película La Purga: la noche de las bestias (2013) en la que en un futuro distópico, durante una noche al año, el gobierno de los Estados Unidos suspende los servicios sanitarios y policiales para permitir que la gente se desahogue de las frustraciones mediante la suspensión completa de las reglas: todo está permitido, incluso el homicidio.
Podemos imaginar que en Halloween también se activa algo parecido dentro del espacio seguro y controlado del juego. La muerte, la agresividad, los demonios, los fantasmas y el bien y el mal cobran vida y entran en escena. Sin embargo, el poder que hay que cuestionar es el de la muerte.
Delumeau (2018) describe las costumbres supersticiosas de los campesinos en Francia, los cuales llevaban con ellos ojos y dientes de lobo. En cierto modo como si, para liberarse del miedo, se intentara llevar puesto el elemento que lo provocaba. Esto podría servir como respuesta a la pregunta de ¿por qué nos disfrazamos en Halloween?
Asimismo, Delumeau (2018) observa que la presencia de las máscaras es una constante en los rituales para liberarse del miedo, por ejemplo en la cultura africana. La máscara se convierte en la expresión, la defensa y la herramienta para difundir el miedo. Así, podemos encontrar lo desconocido ligado a los animales del bosque, a su espíritu colérico, a criaturas terroríficas que se dice que existen, a los muertos, a elementos naturales y también a la agresividad humana en sus representaciones más violentas, sádicas y caníbales.
La importancia de Halloween para los niños
Tanto como tradición importada como máquina comercial, la fiesta de Halloween se ha puesto de moda en nuestro país. En este aspecto, la relación que esta celebración tiene con la infancia merece una reflexión particular.
En una sociedad en la que hablar de la muerte con los niños se ha convertido en un tabú, un momento en el que, a nivel grupal, se da la posibilidad de jugar con aquello que da miedo puede ser valioso.
De hecho, jugando y fingiendo se descubre que algunas situaciones se pueden afrontar y superar sin peligro. En un espacio protegido aprendemos experimentando una emoción; aprendemos a reconocerla, a nombrarla, a tolerarla y, en definitiva, a regularla. Al igual que al disfrazarnos en carnaval, ajustamos las cuentas con los poderes del bien y del mal, lo cual nos ayuda a integrar los valores morales.
Psicología y procesamiento del duelo
En este contexto, la psicología puede servir de apoyo para:
- favorecer la narración de emociones como el miedo y los discursos en torno al final de la vida y a la muerte, y promover así la educación sobre la muerte.
- contribuir al procesamiento del duelo. Aunque el duelo es un proceso normal, puede complicarse y dar lugar a verdaderas patologías. Perder a una persona provoca fisiológicamente tristeza y una respuesta emocional y conductual que sigue ciertas fases. Consultar a un profesional como un psicólogo puede resultar importante para favorecer el proceso de procesamiento que sirve para analizar los pensamientos, las emociones y las experiencias, mientras se evita que la persona se quede estancada en la ausencia total de sentido y en la desesperación.
Morir de… miedo
Para concluir este viaje de profundización sobre Halloween, solo nos queda desear que todo el mundo pueda encontrar un espacio adecuado para enfrentarse a la relación ancestral con el final de la vida.
La muerte nos da miedo porque hace que nos enfrentemos a lo desconocido, contra lo que nuestra razón no puede hacer nada. Celebraciones como la de Halloween nos permiten rellenar ese vacío al menos parcialmente.
Escondidos bajo la sangre de mentira, los dientes de vampiro y las cicatrices de zombi, jugamos a morir… ¡de miedo!
Bibliografía
- Cardini, F. (1983). I giorni del sacro. Il libro delle feste, Novara: Editoriale Nuova
- Comi, A. (2008). Fear, Sin and Guilty. Review of Jean Delumeau, Sin and Fear: The Emergence of the Western Guilt Culture, 13Th-18th Centuries. Governare la paura. Journal of interdisciplinary studies
- Delpierre, G., & Reduzzi, F. (1976). La paura e l'essere. Roma: Il pensiero scientifico
- Delumeau, J. (2018). La paura in Occidente: storia della paura nell'età moderna. Milano: Il Saggiatore
- Di Matteo, A. (2015). Pane dei morti, pane di vita. Una conversazione con Gloria Corica in occasione della pubblicazione di Pan del alma. Altre Modernità, (13), 186-190
- Ferenczi, S. (1934). Thalassa: A theory of genitality. The Psychoanalytic Quarterly, 3(1), 1-29
- Gili, G. (2011). Media e violenza: perché guardiamo?. Spazio Filosofico, 323-332
- Greenberg, J., Pyszczynski, T., & Solomon, S. (1986). The causes and consequences of a need for self-esteem: A terror management theory. Public self and private self, 189-212. New York, NY: Springer
- LeDoux, J. (2018). Abbiamo equivocato i concetti di paura e ansia?. PNEI review: rivista della Società Italiana di Psiconeuroendocrinoimmunologia: 2, 2018, 5-21
- Le Goff, J. (2013). La civiltà dell’Occidente medievale, Torino: Piccola Biblioteca Einaudi
- Le Guay, D. (2004). La faccia nascosta di Halloween. Come la festa della zucca ha sconfitto Tutti i Santi. Torino: Elledici
- Neri, C. (2002). La condivisione del dolore. Quaderni di Psicoterapia Infantile, 44(8)
- Resta, M. (2019). Ognissanti versus Halloween: note sulle origini storiche di un conflitto reale e virtuale in Italia. Sanctorum. Scritture, pratiche, immagini, 95-107
- Rogers, N., (2002). Halloween. From Pagan Ritual to Party Night. Oxford: Oxford University Press.