En el vasto y complejo mundo de las relaciones humanas, hay un concepto que ha ido ganando popularidad en los últimos años: la responsabilidad afectiva.
Seguro que te son familiares frases como “es que yo soy así”, “a ver… que tú y yo no tenemos nada”.... Pues bien, ya sea que hayan salido de tu boca o que te las hayan dicho a ti, son frases que nada tienen que ver con la responsabilidad afectiva.
Estas "explicaciones" denotan una forma de eludir responsabilidad y de tratar de justificar actitudes y conductas no apropiadas, como puede ser un ataque de ira, la impuntualidad, la rabia desmedida cuando no se sabe cómo superar una infidelidad, etc. Con ellas, además de justificarnos, pretendemos que los demás acepten “esa parte nuestra”. Pero resulta que la responsabilidad afectiva no es un rasgo de la personalidad, sino una forma de comportamiento, así que el “yo soy así” tiene remedio y puedes cambiarlo.
La responsabilidad afectiva, o su ausencia como veremos más adelante, aplica a todas nuestras interacciones, no solo a las relaciones románticas, también se da en los vínculos familiares, en la amistad y en las conexiones laborales.
En este artículo, hablamos de por qué es importante la responsabilidad afectiva y cómo podemos mejorarla. Acompáñanos a descubrir qué es la responsabilidad afectiva en psicología y cómo esta herramienta puede transformar la forma en que te relacionas con los demás y contigo.
Qué es la responsabilidad afectiva
El origen del concepto de responsabilidad afectiva surge en torno a la reflexión sobre el poliamor en la década de los 80 con las psicólogas Deborah Anapol, Dossie Easton y Janet Hardy, que son quienes empiezan a hablar de responsabilidades afectivas.
El poliamor es un tipo de relación no monógama en la que se establecen relaciones afectivas y sexuales estables y en paralelo con más de una persona, y eso conlleva establecer acuerdos y límites, una comunicación honesta y respetuosa y cuidar de las emociones y necesidades de las partes implicadas. De ahí, que a raíz de las reflexiones sobre el poliamor surgiera el término de responsabilidad afectiva.
Pero, aunque ya hemos visto por dónde van los tiros, ¿cuál es el significado de responsabilidad afectiva? Damos una posible definición de responsabilidad afectiva: hacernos cargo de nuestros sentimientos y necesidades, así como tener en cuenta la repercusión emocional en otras personas de aquello que decimos y hacemos.
En la primera parte sobre qué es tener responsabilidad afectiva, hemos hecho referencia a hacernos cargo de nuestros deseos, necesidades y sentimientos y es que la responsabilidad afectiva con uno mismo es muy importante. Encargarse de los propios sentimientos nos ayuda a ser conocedores de los mismos, a ponerles nombre y a gestionarlos.
Al mismo tiempo, la responsabilidad afectiva también significa no obviar el impacto emocional y expectativas que generamos en otras personas, sin importar tu condición u orientación sexual (ya seas una persona asexual, demisexual, etc.).
Responsabilidad afectiva en las relaciones interpersonales
Aunque ya hemos dicho que la responsabilidad afectiva (o la falta de responsabilidad afectiva) se da en cualquier vínculo, quizás estamos más habituados a oír hablar más de la responsabilidad afectiva en una relación sentimental.
Probablemente se deba a que al ser relaciones más profundas e íntimas es en las que suelen surgir mayores roces. Pero por ejemplo, la responsabilidad afectiva familiar (o la poca responsabilidad afectiva) también es bastante común. A veces, damos por hecho que los lazos de sangre nos dan derecho a invadir la privacidad, a decidir por otras personas y a pretender saber lo que es conveniente para ellas (esto sucede con la responsabilidad afectiva de padres a hijos y viceversa, ya que cuando los progenitores son muy mayores, los hijos también suelen disponer de situaciones sin tener en cuenta lo que estos necesiten y/o sientan).
Lo mismo ocurre con la responsabilidad afectiva en el trabajo. Es importante ponerla en práctica porque pasamos gran parte de nuestro día con compañeros y compañeras, así que la asertividad, la empatía y saber poner límites también serán clave para que las conexiones sean sanas y no generar un ambiente crispado. Pero no solo eso, ¿qué sucede cuando una persona está en un proceso de selección, hace entrevistas, incluso pruebas y no recibe nunca una respuesta? Pues que nos encontramos ante un ejemplo de falta de responsabilidad afectiva en el trabajo por parte del entrevistador. Mantener informada a la persona sobre la evolución del proceso y/o comunicarle que su candidatura no sigue adelante es actuar con responsabilidad afectiva.
De igual manera, la responsabilidad afectiva en la amistad también debe estar presente para mantener una relación sana y duradera. Puedes ponerla en práctica siguiendo estos ejemplos de responsabilidad afectiva con amigos: proactividad cuando necesiten alguna cosa, abordar los problemas directamente con la persona, disculparse si se ha cometido un error y respetar los momentos en lo que la persona quiera estar sola y no en nuestra compañía.
Responsabilidad afectiva en la pareja
Retomando la responsabilidad afectiva en parejas, ¿por qué hablar de tener responsabilidad afectiva está últimamente en boga? Probablemente porque es difícil encontrar a una persona afectivamente responsable. Vivimos en una sociedad que busca la gratificación inmediata y evita el sufrimiento innecesario… Las relaciones se han vuelto más individualistas y no resultan atractivas si surgen obstáculos.
Posiblemente, las apps de encuentros como, por ejemplo Tinder, han evidenciado que la responsabilidad afectiva brille por su ausencia hasta tal punto que hay una app bastante nueva, Tame, que promueve el “healthy dating”, es decir, la responsabilidad afectiva; para quienes practican el ghosting es bueno que sepan que la app pedirá una explicación y si no la das no podrás volver a hacer uso de ella.
Se dice que en nuestras sociedades, hay una mayor tendencia a vínculos utilitaristas en los que falta empatía e inteligencia emocional, lo que a su vez se traduce en ghosting, benching o breadcrumbing. Como diría el sociólogo Zygmunt Bauman, estamos en tiempos de “amor líquido” (teoría controvertida) en una “sociedad líquida” en la que no hay tiempo que perder, y hemos provisto incluso a las relaciones de los botones de “spam” y “suprimir”.
Pero entonces, ¿qué es la responsabilidad afectiva en pareja? Hablamos de responsabilidad afectiva y emocional cuando en una pareja ambas partes son conscientes de que sus actos, sus palabras y aquello que callan, tienen un impacto en la relación y pueden afectar emocionalmente a la otra persona.
Con una pareja sin responsabilidad afectiva no se tiene en cuenta que hay dos voces y hay que llegar a acuerdos para respetar la voz y las decisiones de ambas.
Por supuesto que pese a la empatía y la responsabilidad afectiva surgirán problemas de pareja. Además, tampoco se trata de responder a todos los deseos y necesidades de la otra persona y anteponerlos a los nuestros para que así todo fluya. La responsabilidad afectiva es una herramienta que ayuda a afrontar situaciones y a gestionarlas mediante acuerdos y comunicación.
Responsabilidad afectiva en la pareja: ejemplos
Veamos algunos ejemplos de responsabilidad afectiva y señales de no tener responsabilidad afectiva para ver cómo se aplica a las relaciones de pareja:
- Partir del hecho de que mi pareja lee la mente o me conoce lo suficiente como para saber qué necesito y qué es importante para mí, no es responsabilidad afectiva. Es mi responsabilidad comunicar mis deseos y necesidades.
- No tener la seguridad de querer estar en un vínculo y postergar la decisión, no es responsabilidad afectiva. Ilusionar a la otra persona con planes que sabes que no vas a cumplir es generar falsas expectativas. Por supuesto que estás en tu derecho de no querer un compromiso, pero pon los puntos sobre las íes.
- Aclarar los malentendidos es responsabilidad afectiva, dejar pasar el tiempo para ver si se resuelven solos, no.
- Dejar de dar señales de vida y desaparecer para que la otra persona se de cuenta de que la relación se ha acabado (el famoso ghosting) no es responsabilidad afectiva. Dejar las cosas claras para que la otra parte sepa a qué atenerse, sí es responsabilidad afectiva cuando termina una relación.
¿Cuál es la importancia de la responsabilidad afectiva?
¿Por qué es importante la responsabilidad afectiva? Es una forma efectiva de suprimir patrones y comportamientos disfuncionales. Cuando existe la responsabilidad afectiva, las relaciones están basadas en el respeto y la igualdad, las decisiones se toman de forma conjunta, hay empatía y conexión emocional.
Tener una relación sin responsabilidad emocional y afectiva puede conducirnos a una relación desequilibrada en la que se generen constantes crisis de pareja o en el peor de los casos se convierta en una relación de pareja tóxica.
Convivir con una persona sin responsabilidad afectiva puede tener consecuencias psicológicas sobre ti, como por ejemplo:
- baja autoestima
- dependencia emocional
- miedo de no estar a la altura
- sentimiento de culpa y confusión
- frustración
- inseguridad…
Qué es no tener responsabilidad afectiva
Aunque a lo largo del artículo ya hemos ido dando pistas de qué significa no tener responsabilidad afectiva, vamos a hacer un resumen de los principales puntos y a ver cómo es una persona que no tiene responsabilidad afectiva:
- Las personas sin responsabilidad afectiva construyen las relaciones desde la conveniencia (de acuerdo a sus deseos y necesidades), el egoísmo y la inmadurez emocional (este miedo a madurar, muy típico del síndrome de Peter Pan, por ejemplo, puede fomentar la dependencia emocional).
- Dejar de lado la reciprocidad y el cuidado mutuo es no tener responsabilidad afectiva. La responsabilidad afectiva no significa descuidar mis necesidades para priorizar las del otro, ni caer en patrones de codependencia. Ser responsable afectivamente no te convierte en una persona con dependencia emocional.
- Invalidar de forma continuada y sistemática las emociones de la otra parte es actuar sin responsabilidad afectiva (y si se tilda a la otra persona de exagerada, de tener imaginaciones o incluso de estar loca, entonces podríamos estar hablando de gaslighting).
- Evitar conversaciones incómodas o “desaparecer del mapa” son ejemplos de falta de responsabilidad afectiva.
- Incumplir compromisos, generar falsas expectativas, ocultar información son también ejemplos de no tener responsabilidad afectiva.
Cómo mejorar la responsabilidad afectiva
Para ser una persona con responsabilidad afectiva es necesario acudir a nuestra inteligencia emocional y desarrollar habilidades que ya hemos visto, como la comunicación asertiva y la empatía.
Pero veamos qué más podemos hacer para tener más responsabilidad afectiva:
- Invertir en nuestro autoconocimiento: la relación con nosotros mismos es la base de la relación con los demás.
- Practicar la escucha activa: dedicar atención plena y consciente al mensaje de la otra persona.
- Evitar el exceso de racionalización: no se trata de tener razón, sino de emociones y hay que buscar el equilibrio entre el razonamiento y las emociones.
- Ser capaces de enfrentarnos a aquello que no nos gusta tanto, a las emociones de las demás personas.
- Resolver los conflictos desde la intersubjetividad siendo conscientes de que cada persona siente de una manera.
Ahora ya sabes cómo practicar la responsabilidad afectiva. De todos modos, si quieres trabajar tu responsabilidad afectiva puede ser una buena idea consultarlo con una psicóloga o psicólogo online, puedes encontrar el tuyo en Unobravo.
Libros sobre responsabilidad afectiva
Y para finalizar, te dejamos algunas lecturas que pueden ayudarte a saber más sobre responsabilidad afectiva:
- Que sea amor del bueno de Marta Martínez Novoa en el que se relata por qué la responsabilidad afectiva es clave en tus relaciones.
- Con el amor no basta de Aaron Beck sobre cómo superar malentendidos, resolver conflictos y enfrentarse a los problemas de la pareja.
- La revolución afectiva: de la dependencia emocional al agenciamiento afectivo de Sergi Ferré Balaguer.