Desde las redes sociales como TikTok a los periódicos, el tema de las red flags (literalmente banderas rojas) como señales de alarma en las relaciones es todo un éxito.
Ciertos comportamientos, rasgos, actitudes y formas de expresarse hacen ondear banderas rojas, verdes (indican una actitud positiva) o beige (características neutras) en los vídeos que se suben a las redes sociales, e incluso se ha dedicado un filtro especial a este tema.
Detrás de este tema de moda, se esconde una realidad compleja. Existe el riesgo de simplificar un concepto que tiene un significado psicológico muy preciso y limitar su relevancia. De hecho, más allá del uso casi irónico que se hace de la etiqueta en redes sociales con respecto a los comportamientos que pueden ser de riesgo en una relación (desde llegar tarde hasta ver una serie de televisión sin nuestra pareja), se trata de un tema sobre el que existe mucha literatura científica.
Así que vamos a intentar analizar el significado psicológico de las red flags, cuándo pueden presentarse como elementos de verdadero riesgo en las relaciones y, por el contrario, cuándo pueden ser el fruto de la polarización de las redes.
¿Qué es una red flag?
Desde la antigüedad, la bandera roja se ha usado para lanzar una señal de peligro en el ámbito militar y avisar de la presencia de enemigos. De hecho, en muchas culturas, el color rojo está asociado al riesgo y al peligro.
¿Quién no ha tenido que renunciar alguna vez a un chapuzón en el mar porque estaba izada la bandera roja? Del mismo modo, en la marina, las banderas rojas indican peligro, mientras que en un contexto militar se utilizan en los campos de minas para indicar la presencia de un artefacto.
Red flag: significado y origen
El término red flag en el ámbito de las relaciones indica la identificación, en la fase inicial de una relación romántica, de señales indeseables por parte de la pareja (White, 2016).
El modo en el que se aborda el concepto en redes sociales lleva a realizar simplificaciones y absolutismos que pueden inducir a error. No todos los comportamientos o rasgos que nos molestan de una persona tienen por qué ser señales de patología o malestar relacional.
Una de las red flags más comunes es la de percibir rasgos narcisistas o definir a una pareja como narcisista. Sin embargo, todos tenemos rasgos narcisistas sanos que se ven gratificados por las experiencias positivas que refuerzan nuestra identidad y alimentan nuestra autoestima.
Por el contrario, la presencia de rasgos grandiosos puede fragilizar la percepción que tenemos de nuestra imagen al alimentar la necesidad de confirmación, la inseguridad y la inadecuación. La situación es completamente diferente cuando se da un trastorno de la personalidad real, que hace que la persona experimente sufrimiento dentro de la relación en la que busca que le admiren, que le confirmen su poder y su éxito, un trato especial, unicidad y el reconocimiento de sus derechos.
En resumen, no todo es un trastorno narcisista, narcisismo patológico o señales de peligro en una relación. Reflexionar en profundidad sobre uno mismo y la manera en la que se viven las relaciones puede ser útil para identificar qué es lo que distingue a una situación y evitar estereotipaciones arriesgadas y generalizaciones abstractas.
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Las red flags en terapia
El término red flag también ha entrado con fuerza en los relatos de las personas que acuden a la consulta de un profesional de la salud mental.
El término se suele usar de forma casi coloquial, para hablar de las señales de alarma que nos hacen intuir desde el principio que existe una alta probabilidad de que una relación, un nuevo trabajo o una situación de cambio termine rápidamente de forma negativa.
Un tema más complejo y bastante frecuente es el relacionado con la idea de haber encontrado a una persona que es narcisista en pareja.
El espacio que proporciona la terapia puede ser adecuado para aclarar estos temas y distinguir adecuadamente entre las situaciones que esconden verdaderos riesgos relacionales y las circunstancias en las que ciertos comportamientos, rasgos o estados nos molestan y activan patrones relacionales sobre los que podemos trabajar, pero que no tienen por qué ser patológicos.
Red flags en una relación: cuándo prestarles atención
¿Qué situaciones, señales y comportamientos se pueden considerar como verdaderas red flags que puedan poner de relieve una situación relacional potencialmente arriesgada?
A continuación presentamos algunos ejemplos de red flags reales a los que hay que prestar atención:
- los celos en la pareja y la posesividad que la pareja manifiesta mediante actitudes controladoras,
- la falta de respeto que se traduce en comportamientos con los que se nos hace de menos,
- la comunicación disfuncional con actitudes descalificadoras, de desconfirmación (silencios y ausencia de respuestas que transmiten el mensaje de que “tú no existes”), adhesión rígida al propio punto de vista con incapacidad para abrirse al diálogo, dificultad para traducir el lenguaje no verbal, escalada simétrica (tendencia a reflejar el comportamiento comunicativo del otro, por ejemplo, levantar la voz para intimidar),
- la tendencia a la manipulación con comportamientos claramente dirigidos a conseguir lo que uno quiere incluso a través del chantaje emocional, por ejemplo: “si realmente me quisieras, no lo harías”,
- el love bombing, entendido como una forma de manipulación emocional en la que una persona colma a la otra de atención y afecto excesivos para ganar rápidamente el control emocional.
La repetición de dichos comportamientos, la creación de patrones de comportamiento de respuesta constantes en el tiempo y el sufrimiento emocional pueden ser señales de alarma útiles para distinguir las red flags auténticas o, en otras palabras, las situaciones en las que puede ser útil intervenir con una terapia de pareja o una consulta psicológica individual. En los casos más severos, cuando alejarse de nuestra pareja no es suficiente para proteger nuestra seguridad, es importante considerar la posibilidad de recurrir a las autoridades competentes.
Trabajar en uno mismo para vivir relaciones auténticas
Trabajar en uno mismo puede ser una herramienta útil para:
- tener una conciencia adecuada del funcionamiento relacional propio y de la pareja,
- identificar patrones relacionales que puedan ser de riesgo y distinguirlos de respuestas conductuales que, aunque puedan molestarnos, no conllevan un sufrimiento relacional,
- ahondar en el conocimiento de nuestra propia personalidad y de cómo nos relacionamos con los demás.

Green flags: captar las señales positivas
Mucho menos a menudo nos centramos en tratar de captar señales positivas, las banderas verdes o green flags (Fenwick, 2024), que una persona puede expresar en una relación. Estos son algunos ejemplos de actitudes que podemos apreciar en una pareja como señales positivas:
- la amabilidad,
- el hecho de cuidar del otro,
- la empatía,
- la motivación para afrontar y resolver situaciones críticas mediante el diálogo,
- la comunicación eficaz,
- el respeto de los límites y el reconocimiento del valor personal,
- la actitud no crítica.
Beige flags: una nueva tendencia social
Las redes sociales, que necesitan alimentarse constantemente de nuevos estímulos, han dado a luz una nueva tendencia: las beige flags. Se trata de comportamientos, estados o actitudes que, aun siendo neutras, corren el riesgo de llevar al aburrimiento dentro de una relación.
En este caso, el peligro reside en etiquetar cualquier actitud de forma excesivamente superficial o simplificada. Además, el aburrimiento puede ser un momento importante tanto para la vida psicológica individual como para la de pareja. De hecho, desempeña un papel esencial en el desarrollo de la fantasía y la creatividad.
Cada bandera tiene su significado
Puede resultar útil recordar que cada comportamiento, rasgo y estado tiene un significado diferente que se desentraña en el complejo entramado de la dimensión individual, las características del otro y la dimensión relacional. Reducir esta complejidad a un filtro social es imposible y arriesgado. Puede llevarnos a sobredimensionar comportamientos que no constituyen aspectos de riesgo para el bienestar de una relación o, por el contrario, infravalorar algunas señales de alarma reales.
Por eso el espacio que brinda la terapia o un programa de apoyo psicológico puede convertirse en una herramienta valiosa para explorar nuestros propios modelos de relación, analizar posibles patrones recurrentes y reflexionar acerca de nuestras relaciones. Tomar conciencia de nuestra manera de funcionar y de las dinámicas de pareja es un paso que puede resultar útil para mejorar el bienestar psicológico.