La relación entre el trabajo de cuidados y la carrera profesional es uno de los principales desafíos a los que se enfrentan muchas mujeres en la sociedad contemporánea. Sobre todo porque, aun en la actualidad, a menudo siguen siendo víctimas de los estereotipos de género.
¿Qué es el trabajo de cuidados o el trabajo doméstico no remunerado? El trabajo de cuidados no remunerado incluye la gestión de la casa y el cuidado de los hijos, de las personas mayores y de otros miembros de la familia, y las responsabilidades principales de estas labores de cuidado suelen atribuirse a las mujeres. Al mismo tiempo, muchas mujeres aspiran a realizarse profesionalmente, lo que implica tener que enfrentarse a un mercado laboral que requiere compromiso, competitividad y, a menudo, largas jornadas laborales.
Las mujeres y el trabajo de cuidados no remunerado
El 77,5 % de las mujeres trabajadoras realizan a diario actividades de cocina y tareas domésticas, respecto al 32,9 % de los hombres trabajadores. Así como el 47,4 % y el 31,5 % respectivamente, en lo que respecta a las actividades diarias de cuidado y educación de hijos o nietos. (Fuente: INE)
Esta doble responsabilidad puede dar lugar a una presión que afecta profundamente a la salud psicológica de las mujeres. La necesidad de equilibrar los roles tradicionales de “cuidados” con los de la “realización profesional” surge de forma natural y suele implicar una sobrecarga mental y física.
Las mujeres pueden experimentar sentimientos de culpa, ansiedad o sensación de no ser suficiente al no lograr brillar en los dos ámbitos, mientras que la sociedad no suele ofrecer un apoyo adecuado a nivel institucional y mucho menos a nivel cultural.
Por lo tanto, las mujeres se ven obligadas a conciliar la presión interna, es decir, todas las expectativas personales relacionadas con el hecho de ser una buena madre y una buena profesional, o con querer dedicarse en exclusiva a su carrera sin tener hijos, con las presiones externas que vienen dictadas por las expectativas sociales y los estereotipos socioculturales.
En muchas culturas aún persiste la idea de que el trabajo de cuidados es una tarea femenina por naturaleza. Incluso en contextos en los que las mujeres tienen acceso a una carrera laboral y oportunidades educativas igualitarias a las de los hombres, los roles de cuidado a menudo siguen siendo no remunerados e invisibles.
No obstante, políticas como las del nuevo permiso de paternidad que entró en vigor en 2021 —intransferible, retribuido al 100 % y obligatorio durante las 6 primeras semanas —, contribuyen a reducir el peso de la doble responsabilidad que suele recaer sobre las mujeres.
La doble presencia
El concepto de la doble presencia fue introducido por la socióloga italiana Laura Balbo en los años setenta para describir una dinámica que muchas mujeres aún siguen viviendo en la actualidad: estar presentes en dos frentes.
Laura Balbo hace hincapié en que la sociedad exige a las mujeres que lleven a cabo dos roles de forma contemporánea, a menudo sin un reparto adecuado de las responsabilidades o apoyo institucional.
Por lo tanto, la doble presencia refleja la condición que hace que una mujer no solo asuma sus responsabilidades laborales, sino que también se haga cargo de las tareas domésticas, con las profundas implicaciones que esto implica para su calidad de vida, carrera y salud mental.
Datos sobre la distribución del trabajo de cuidados
Tanto los estudios como las estadísticas siguen demostrando que el trabajo de cuidados no está repartido equitativamente entre hombres y mujeres. De hecho, según datos de Eurostat, en Europa las mujeres dedican de media el doble de tiempo respecto a los hombres al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, que incluye el cuidado de la casa, de los hijos y de las personas mayores.
Esto se ve claramente reflejado en las oportunidades de carrera. Las mujeres, debido al tiempo que dedican a los cuidados, tienden a tener menos horas remuneradas en el trabajo y, por lo tanto, se decantan por trabajos a tiempo parcial o renuncian a promociones y trabajos que requieran una mayor disponibilidad.
Un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha desvelado que solo el 55 % de las mujeres participa a la fuerza de trabajo mundial, frente al 78 % de los hombres. La brecha se debe en gran medida a la desproporción del trabajo de cuidados. Asimismo, las mujeres tienen un 40 % más de probabilidades respecto a los hombres de reducir su jornada laboral o abandonar el trabajo a causa de sus responsabilidades familiares.
La carga mental y sus consecuencias psicológicas
Además de la carga física y práctica, las mujeres suelen estar sometidas a lo que se conoce como carga mental, o el hecho de pensar y planificar constantemente las actividades domésticas y de cuidados.
Esto no se traduce únicamente en ejecutar las tareas, sino en tener que acordarse, organizar y prever las necesidades familiares. Es una presión invisible que consume energía y tiempo, lo que afecta a la capacidad de concentrarse en el trabajo y a las ambiciones personales.
Las consecuencias de esta doble presión pueden ser devastadoras para la salud psicológica. El burnout, los trastornos de ansiedad, la depresión y la sensación de fracaso son algunos de los problemas psicológicos a los que se enfrentan las mujeres que deben gestionar contemporáneamente la carrera profesional y el trabajo de cuidados.
En el caso particular del burnout, se manifiesta cuando la presión de tener que satisfacer muchas expectativas se vuelve insostenible. Dicho agotamiento emocional y físico puede llevar a perder la motivación y provocar la sensación de estar sobrepasado.
Una encuesta realizada por la American Psychological Association muestra que, en Estados Unidos, el 40 % de las mujeres que llevan a cabo trabajos a tiempo completo y gestionan una familia afirma experimentar síntomas de estrés crónico, con consecuencias negativas en el bienestar psicofísico.
También es cierto, por experiencia profesional, que muchas mujeres pueden tener tendencia a centrarse y controlar las actividades domésticas: el cuidado de los niños, la gestión del hogar y la organización familiar. Por lo tanto, existe una dificultad para delegar en los demás, e incluso en la propia pareja, una parte del trabajo de cuidados.
Renunciar a la carrera se vive como una especie de sacrificio obligado, que lleva consigo un sentimiento de pérdida de la identidad y autoestima. Muchas mujeres no solo ven el trabajo como un medio para ganarse la vida, sino como una fuente importante de realización personal, independencia y reconocimiento social. El hecho de tener que abandonar dichas oportunidades puede generar una fuerte insatisfacción y alimentar la percepción de no ser suficiente para una misma o para los demás.
Las consecuencias psicológicas de este conflicto también se reflejan en la percepción de sí misma. Las mujeres que no logran conciliar el trabajo y las responsabilidades domésticas pueden sentirse atrapadas en una situación que limita su potencial y sus aspiraciones.
La falta de tiempo para sí mismas, la imposibilidad de dedicarse a pasiones o intereses personales y la sensación de tener que sacrificarse constantemente pueden contribuir a una disminución del sentimiento de satisfacción y control de su vida.
Ser conscientes de la libertad de elección es fundamental, es decir, el deseo de realizarse siempre es legítimo y saludable tanto desde un punto de vista mental como social.
El autocuidado también puede generar una serie de beneficios para las personas que rodean a las mujeres. Una persona que sabe darse su espacio, automáticamente dará espacio a los que la rodean. Al igual que una persona que se siente realizada tanto en el ámbito laboral como en el personal, será una persona realizada, tranquila y capaz de entregarse a los demás con un ímpetu positivo y proactivo.
El rol del cuidador: diferencias de género
En el estudio Mental Health Differences between Men and Women Caregivers, BRFS 2009 (Edwards et al., 2009), los cuidadores declararon de forma significativa menos días de malestar mental y físico en comparación con las cuidadoras, y los efectos protectores del apoyo social eran mayores en las mujeres.
Sin embargo, las mujeres que afirmaron contar con altos niveles de apoyo social y emocional siguieron afirmando experimentar más días de malestar físico y mental que los hombres que, por el contrario, afirmaron contar con niveles más bajos de apoyo social y emocional.
Por lo tanto, aunque una mayor proporción de hombres afirmase que rara vez o nunca recibían el apoyo social y emocional necesario, esto no tuvo un efecto tan fuerte en el número de días de malestar físico y mental, al contrario que en las mujeres.
Esto podría deberse a que el apoyo social desempeña un rol diferente en la salud mental de los hombres y las mujeres. Dado que las mujeres tienden a contar con redes sociales más amplias respecto a los hombres, mientras estos últimos tienden a considerar a los miembros de la familia como la fuente principal de apoyo social, puede que las mujeres cuidadoras puedan ser más sensibles a la presencia o ausencia del apoyo social.
Esto se debe a que, a lo largo de la vida, las mujeres se implican en los trabajos de cuidados que requieren un mayor “esfuerzo emocional”, con la carga psicológica que eso conlleva. Aunque los hombres se impliquen en los trabajos de cuidado, es principalmente a las mujeres a las que se les exige el cuidado de los niños durante la primera infancia (fuente de estrés y reajuste físico y mental).
Sin embargo, el estudio demostró que el apoyo emocional y social proporcionaba cierto grado de protección frente a un mayor número de días de baja por enfermedad, independientemente del género.
Lecturas útiles
Existen muchas lecturas interesantes que ofrecen perspectivas sociológicas, psicológicas y feministas para profundizar en el tema del conflicto entre el trabajo de cuidados no remunerado y la carrera profesional, y su impacto psicológico en las mujeres.
En el libro Mujeres que corren con los lobos (2018), la psicoanalista junguiana Clarissa Pinkola Estés explora el rol de la mujer en las labores de cuidado, utilizando arquetipos y mitos para reflexionar sobre las dinámicas de los cuidados.
En el libro Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas (2013), Silvia Federici ofrece una perspectiva crítica del rol del trabajo doméstico no remunerado y de cómo este contribuye a mantener el sistema capitalista. El libro es una lectura importante para quien quiera entender la relación entre el trabajo doméstico, las desigualdades de género y el impacto en la realización de las mujeres.
En cambio, la socióloga americana Arlie Russel Hochschild explora el fenómeno de la “segunda jornada” en su libro La doble jornada: Familias trabajadoras y la revolución en el hogar (2021), es decir, el hecho de que muchas mujeres, tras una jornada laboral retribuida, afronten otra jornada de trabajo de cuidados en casa. Este texto analiza cómo la división desigual del trabajo doméstico influye en las relaciones de pareja y en la calidad de vida de las mujeres.
Aunque pueda ser controvertido en algunos aspectos, el libro Vayamos adelante: Las mujeres, el trabajo y la voluntad de liderar (2013) de Sheryl Sandberg, COO de Facebook, aborda los problemas a los que se enfrentan muchas mujeres para realizarse profesionalmente, y ofrece reflexiones sobre “por qué” las mujeres, a pesar de los avances, siguen estando infrarrepresentadas en las cúpulas de las empresas. Incluye reflexiones sobre la “culpabilidad” relacionada con el equilibrio entre el trabajo y la familia.
Por último, aunque se centra en la experiencia de las mujeres afroamericanas en particular, el libro Black Feminist Thought: Knowledge, Consciousness, and the Politics of Empowerment de Patricia Hill Collins (2022) ofrece una lectura transversal entre género, clase y etnia. La autora explora cómo el trabajo de cuidados influye de forma diferente en las mujeres en diferentes contextos socioeconómicos y culturales.
El trabajo de cuidados como elección
Ocuparse de la familia y de los seres queridos es una responsabilidad y, sobre todo, una elección relacionada con el amor y la gratificación. En el momento en el que se convierte en una obligación abrumadora, la propia salud del cuidador se ve afectada.
El dilema que aún hoy atormenta a muchas mujeres y las obliga a tomar una decisión, en muchos sentidos frustrante y agotadora, se puede aliviar con una toma de conciencia sociopolítica que destine recursos económicos a proyectos que realmente apoyen a todas las mujeres que deseen realizarse tanto dentro de la familia como en el trabajo.