Han pasado cinco años desde los turbulentos albores de la pandemia de Covid-19, un tiempo en el que el mundo parecía suspendido en un limbo de incertidumbres y silencios forzados. En este lapso de tiempo, como en un largo viaje lleno de esperanzas y pérdidas, la sociedad ha aprendido, y aún se cuestiona, qué significa realmente vivir, relacionarse y cuidar de uno mismo y de su mundo interior, que no está separado del mundo exterior.
Tal vez podamos preguntarnos de qué manera la emergencia puso de relieve nuestras fragilidades, al tiempo que nos empujó a buscar nuevos caminos hacia la resiliencia.
Hoy, cinco años después de la pandemia, cultivar el bienestar mental se ha convertido en una prioridad ineludible; así lo confirman los datos recogidos por Unobravo sobre 104 españoles entrevistados. Al analizar las percepciones relacionadas con la salud mental, la accesibilidad de los recursos y el impacto del teletrabajo, este estudio pretende esclarecer los efectos a medio plazo de una crisis mundial que ha cambiado nuestra forma de vivir y de pensar.
En un clima de creciente sensibilización, en el que el conocimiento científico se entrelaza con la realidad cotidiana, el objetivo es doble: expresar con claridad los datos recogidos y abrir espacios de reflexión en profundidad sobre los conocimientos ya consolidados y los interrogantes aún abiertos.
El bienestar psicológico como prioridad
Las estadísticas recogidas en la encuesta ofrecen un reflejo de las transformaciones sociales e individuales que se han producido en los últimos años. En primer lugar, se pone de manifiesto cómo la salud mental se ha convertido en un valor central para la población española.
Alrededor del 60 % de los entrevistados afirma que da mayor prioridad a su bienestar psicológico respecto al periodo de antes de la pandemia.
Otra área de transformación significativa se refiere a la accesibilidad de los recursos de salud mental. El 43 % de los encuestados afirma que ahora pueden acceder con mayor facilidad a estos recursos, mientras que el 34 % cree que ha habido mejoras, pero solo parciales. El 16 % restante no señala ningún cambio significativo.
Estas cifras atestiguan, en línea con lo que sostienen múltiples estudios, que la crisis sanitaria ha conducido a una democratización efectiva del acceso a la psicoterapia. Sin embargo, se trata de un resultado positivo que no debe ocultar la necesidad de proseguir los esfuerzos para colmar las lagunas que siguen existiendo, especialmente para aquellos que tienen dificultades para encontrar el apoyo adecuado.
De hecho, mientras que el 52 % de las personas declaran que ahora son más propensas a buscar ayuda psicológica, en los últimos cinco años el porcentaje de las que han emprendido un programa de apoyo ha aumentado hasta el 73 %. Estas cifras, combinadas con la creciente presencia del apoyo psicológico online, que ha permitido romper las barreras geográficas y temporales, indican una transformación radical en el valor que los españoles conceden a su salud mental.
Salud mental y diferencias regionales
Aunque el 60 % de los encuestados dan mayor prioridad a la salud mental que antes de la pandemia, siguen existiendo importantes disparidades territoriales.
En algunas regiones, como Cataluña (58,3 %), Comunidad Valenciana (66,7 %) y la Comunidad de Madrid (63,6 %), los entrevistados afirman que la angustia se manifiesta principalmente en forma de ansiedad social o miedo a las multitudes, mientras que en otras regiones —como Andalucía (64,7 %)— señalan que es la depresión. Por último, la Comunidad Valencia también muestra que el principal problema (66,7 %) está relacionado con los trastornos del sueño.
Estas diferencias nos llevan a preguntarnos si el Covid-19 ha podido ser el germen de un cambio cultural que, si bien ha reavivado la conciencia general sobre el bienestar mental, no ha uniformizado las experiencias de las distintas comunidades españolas. Esta pregunta abre un espacio para reflexionar sobre el hecho de que los retos específicos ligados a los contextos culturales siguen requiriendo intervenciones específicas capaces de potenciar las peculiaridades de cada territorio.
Accesibilidad de la terapia psicológica: progresos por consolidar
La mayoría de los españoles encuestados cree que los recursos de salud mental son más accesibles que antes de la pandemia. De la encuesta se desprende un dato especialmente alentador: el 77 % de los encuestados cree que los recursos de salud mental se han vuelto más accesibles en los últimos cinco años.
Esta percepción positiva se refleja, en parte, en la expansión de la psicología online, que ha sido capaz de romper las barreras geográficas y temporales, haciendo que el apoyo psicológico sea más accesible incluso para quienes viven en zonas desatendidas. Esta evolución se ve corroborada por el hecho de que el 48 % de las personas son ahora más propensas a buscar ayuda psicológica, con un aumento del 73 % de las que han seguido un itinerario de apoyo en los últimos cinco años.
Sin embargo, siguen surgiendo problemas críticos para quienes, aun siendo conscientes de las nuevas oportunidades, luchan por encontrar el apoyo adecuado. Este panorama invita a reflexionar sobre la necesidad de seguir esforzándose por ampliar la red de apoyo psicológico, para que el bienestar mental se convierta realmente en un derecho accesible para todos.
Ansiedad social, soledad y agotamiento: las consecuencias de la pandemia en la psique
Según las estimaciones de la muestra, la pandemia ha tenido un impacto negativo en la salud mental de la población, tanto en lo que respecta a las relaciones como al trabajo.
En concreto, el 58,7 % de los encuestados afirma que la pandemia ha aumentado la frecuencia y la prevalencia de los síntomas de ansiedad social y miedo a las multitudes. Para el 42,3 % también ha aumentado la percepción de soledad como consecuencia de la emergencia mundial. Por último, el 42,3 % cree que la pandemia ha contribuido a aumentar el estrés laboral y el agotamiento de la población, lo que empeora la relación que las personas tienen con el trabajo.
¿Cómo se relacionan tres fenómenos tan diferentes con la pandemia? Para responder a esta pregunta, conviene primero circunscribir las tres consecuencias psicológicas de la pandemia que surgieron en la encuesta:
- La ansiedad social es el miedo persistente e intenso a las interacciones sociales. Implica, en particular, el miedo a ser objeto de críticas y juicios por parte de otras personas, asociado a emociones negativas intensas como la vergüenza y el bochorno. Por lo general, las personas que sufren ansiedad social tienden a poner en práctica la evitación como mecanismo de defensa: al limitar la exposición a situaciones sociales, la persona evita el malestar, pero se priva de una parte importante de su identidad y de su vida cotidiana.
- La soledad es la percepción de no tener conexiones sociales significativas. Puede darse aunque la persona esté rodeada de otras personas, es decir, es una percepción individual de aislamiento y no pertenencia, que no se traduce necesariamente en soledad física y ausencia total de vínculos. Esta experiencia puede ser temporal o crónica, con consecuencias negativas para la salud psicofísica del individuo.
- El burnout, por su parte, es una forma extrema de estrés laboral. Implica una fatiga cognitiva, física y emocional generalizada y, si no se trata, tiende a cronificarse con el tiempo. Además de sentirse cansada y sin energía, la persona puede experimentar una disminución de la autoeficacia profesional, una disminución de la motivación, problemas de sueño, somatizaciones y un fuerte desapego emocional de su identidad laboral.
Estos tres fenómenos, aunque distintos entre sí, encuentran un factor de amplificación en las transformaciones sociales provocadas por la emergencia mundial.
Las restricciones sociales en boga de 2020 a 2022, en particular los confinamientos, la cuarentena en caso de dar positivo, el distanciamiento social y la obligación de llevar mascarilla, pueden haber hecho que la gente desaprenda cómo relacionarse.
En estas condiciones, la ansiedad social puede haber aumentado como una dificultad para volver a tener intercambios interpersonales plenos, dando lugar a temores relacionados con los demás, que antes se consideraban una fuente de contagio y, por lo tanto, un peligro potencial.
La vuelta a la normalidad de las interacciones, saturadas de interacciones virtuales durante los meses más críticos, también implicó el restablecimiento de acontecimientos públicos (conciertos, eventos deportivos, actos culturales y políticos), lo que devolvió el contacto con los demás en situaciones que ya no podían percibirse como seguras, sino como caóticas y peligrosas.
En este mismo marco, el aislamiento forzado, el cierre de los espacios comunes y el teletrabajo pueden haber aumentado la percepción de la soledad individual. Este fenómeno afectó especialmente a los estudiantes y a los trabajadores que vivían en otra ciudad, solos y lejos de sus familias y que solo contaban con redes sociales limitadas en momentos de emergencia.
Además, la introducción del teletrabajo en las rutinas laborales de las personas puede haber provocado un solapamiento inadecuado, en términos de espacio y tiempo, entre la vida privada y profesional. Esta falta de límites, junto con la percepción de la incertidumbre económica y sanitaria mundial, puede haber consolidado el estrés laboral y agravado esta condición hasta el punto del burnout.
El impacto psicológico del teletrabajo: entre la adaptación y los retos
Con la pandemia, el teletrabajo se ha convertido en una realidad cada vez más consolidada para muchos profesionales, en diferentes ámbitos laborales. Sin embargo, la percepción del impacto del trabajo a distancia en el bienestar psicológico es muy dispar.
Las estadísticas recogidas a través de nuestra encuesta muestran que para el 22 % de la muestra, el teletrabajo fue un paréntesis que terminó con la emergencia mundial. De hecho, con el fin de la pandemia lo natural para muchos trabajadores fue volver a la oficina, interrumpiendo la dinámica de trabajar desde casa. En cambio, el 17,3 % de los encuestados sigue practicando el trabajo en remoto.
Aunque trabajar a distancia tiene muchas ventajas (como la reducción de costes para las empresas para mantener el espacio y la reducción de costes de desplazamiento para los trabajadores), el 21,2 % de la muestra informa de que puede que esta modalidad de trabajo haya tenido un impacto negativo en términos de bienestar psicológico.
Profundizando en esta cuestión entre los que declararon este tipo de dificultades, el 57 % afirma que el teletrabajo conlleva un mayor aislamiento social, relacionado con el hecho de dejar de compartir espacios, momentos e interacciones con sus compañeros. En cambio, para el 47,8 %, el trabajo en remoto ha dificultado la conciliación de los espacios y horarios de la vida privada y laboral.
En ello pueden influir numerosos factores, como las condiciones de vida, el número de miembros de la familia y las formas individuales de afrontar la ansiedad. El 39,6 % también informa de una disminución de la motivación y la productividad cuando se trabaja a distancia. Estos datos se pueden interpretar teniendo en cuenta, en el trabajo en remoto, el mayor alejamiento de aquellas dinámicas interpersonales que pueden reforzar el sentimiento de autoeficacia y gratificación del trabajador.
Los datos que surgen de nuestra encuesta son un reflejo de una sociedad en constante evolución en la que las empresas que siguen ofreciendo trabajo a distancia pueden adoptar estrategias para reducir la sensación de alienación de los trabajadores (eventos, grupos de discusión y creación periódica de equipos presenciales) con el fin de mejorar el equilibrio entre la vida laboral y personal de sus empleados.
Salud mental tras la pandemia: más concienciación y demanda de apoyo
A pesar de las consecuencias negativas de la pandemia, también es importante destacar cómo esta ha sido un catalizador de cambios positivos para las personas y la sociedad. De hecho, tras la emergencia mundial, ha aumentado la concienciación sobre el bienestar psicológico.
Este cambio está en consonancia con las definiciones más recientes de afrontamiento y resiliencia, o coping, según las cuales los individuos y las sociedades, sometidos a experiencias traumáticas, pueden salir fortalecidos y más resilientes. En este caso, la emergencia sanitaria mundial ha acelerado el debate sobre la disponibilidad y accesibilidad generalizadas de los servicios de salud mental, lo que ha reducido el estigma asociado a la búsqueda de ayuda psicológica.
De hecho, los datos de los que disponemos indican que el 48,1 % de los encuestados se muestran hoy más inclinados a acudir a un especialista en salud mental que antes de la pandemia. Recurrir a un psicólogo, por tanto, ya no se percibe como un tabú, sino más bien como un recurso importante para cuidar de uno mismo y de su equilibrio.
Además, el 73,1 % de la muestra de nuestra encuesta declara haber emprendido un programa de terapia psicológica por primera vez en los últimos cinco años. Esta cifra nos hace reflexionar sobre cómo la pandemia supuso para muchas personas un empujón para reflexionar sobre sí mismas, su funcionamiento, la gestión de las emociones negativas y la necesidad de adquirir herramientas para afrontar los cambios con confianza.
Los datos muestran cómo la demanda de apoyo psicológico en España sigue creciendo, en consonancia con un mayor interés por las cuestiones de salud mental. En este sentido, en la era después de la pandémica, parece que la salud mental está adquiriendo la misma resonancia social y mediática que antes tenía exclusivamente la salud física.
En respuesta a la creciente demanda de la población post pandémica, servicios de psicología en línea como Unobravo han hecho que este tipo de ayuda sea más fácil de utilizar y accesible para la gente. No obstante, la sensibilización sobre el bienestar psicológico sigue siendo crucial para normalizar la búsqueda de ayuda profesional y combatir el estigma que aún persiste sobre la terapia psicológica.
La plena accesibilidad de la terapia psicológica: un objetivo por alcanzar
Cinco años después de la pandemia de Covid-19, el panorama de la salud mental en España se configura como un territorio en transformación, en el que la experiencia colectiva ha puesto de manifiesto tanto las fragilidades como el potencial de renacimiento.
Los datos que se desprenden de nuestra encuesta muestran cómo la pandemia ha catalizado un cambio importante en las actitudes hacia la salud psicológica: los españoles parecen cada vez más inclinados a buscar apoyo profesional, en consonancia con una creciente necesidad y demanda de servicios de apoyo psicológico.
Los datos obtenidos nos ayudan a reflexionar, precisamente en este aniversario, sobre la importancia de promover políticas y servicios que hagan cada vez más accesible el apoyo psicológico. En efecto, la difusión de este tipo de servicios puede sentar las bases para construir individuos y comunidades no sólo más sanos, sino también más resilientes.
Esta evolución exige la promoción de políticas y servicios específicos para que el apoyo psicológico se convierta en un derecho para todos. Sólo mediante un compromiso permanente y la adopción de estrategias innovadoras será posible construir una sociedad en la que el bienestar mental no sólo sea un valor reconocido, sino una realidad tangible para todos los ciudadanos.