¿Os acordáis del DeLorean que ruge, listo para hacer kilómetros llevando a Michael J. Fox a través del tiempo? Hemos decidido asumir el papel de Doc y acompañaros en el regreso a un futuro muy particular: uno marcado por el sonido del timbre.
Efectivamente, llega septiembre y volvemos a clase. Durante las primeras semanas de septiembre, se abren las puertas de todos los colegios e institutos para estudiantes, padres, profesores y personal del colegio.
Preparad las mochilas, revisad el material y poned los nombres en las agendas porque empezamos. Estamos listos para acompañaros entre preocupaciones, ansiedad, notas, documentos, apuntes, explicaciones y lápices, estamos listos para acompañaros de regreso al… cole.
Suena el timbre: ¿vuelve la ansiedad?
En cierto modo, septiembre es el mes de volver a empezar. Después de meses durante los cuales los despertares matutinos han sido más clementes y la retirada nocturna menos militar respecto al horario habitual, y tras días en los que el mar y la montaña enmarcaban sonrisas despreocupadas, la rutina vuelve a amenazar a las familias con su severidad llena de mil compromisos, horarios, cansancio y preocupaciones.
De hecho, el síndrome posvacacional afecta tanto a adultos como a niños, y puede provocar estrés, ansiedad y cambios de humor. ¿Cuáles son las principales preocupaciones que comparten padres e hijos?
Deberes y ansiedad: ¿cómo se gestiona?
Al mismo tiempo que se acerca el momento de que el timbre suene por primera vez y la vuelta a clase, también aumenta el temor de tener que entregar los ejercicios, libros y trabajos que les mandaron para los meses de verano. Para algunos padres, esto puede tratarse de una verdadera pesadilla para la cual empieza una desesperada cuenta atrás.
Algunos incluso, con tal de que los deberes estén terminados, tratan de asumir la responsabilidad de los hijos. Esta actitud puede hacer que se amplifique el estrés, además de suponer un atajo agotador para los adultos y poco útil para los estudiantes.
Esto también vale para el estudio y el trabajo en casa cuando el colegio vuelve a la normalidad. En algunos casos, podemos presenciar verdaderas luchas de poder en las que parece que los hijos casi chantajean a los padres obstinados en oponerse a su deber.
De manera que vemos a madres y padres que se vuelven locos con equivalencias, expresiones, diseños geométricos y… ¡Ayuda! No quiero volver al colegio.
La responsabilización de los alumnos
Una solución adaptada a los diferentes grupos de edad pasa por una responsabilización progresiva. Si el alumno decide no hacer los deberes, debe estar preparado para afrontar las consecuencias de su decisión sin que sus padres se inmolen para salvar, a través de la imagen de su hijo, su propia perfección ideal.
Uno no es un mal padre porque los deberes no estén hechos; en realidad, intervenir continuamente para defender y asumir la responsabilidad de los hijos puede ser peligroso. Sin amenazas, ni chantaje ni ansiedad.
“¿No quieres hacer los deberes? Ve al colegio sin ellos y aprenderás a asumir la responsabilidad de tus decisiones. Mamá y papá no podrán estar siempre a tu lado, tampoco en el puesto de trabajo”.
Eso no quiere decir que los padres no estén disponibles para ayudar, tranquilizar y dar apoyo; lo cual, en su justa medida, es importante.
En el caso de los niños más pequeños, puede resultar útil hablar con los profesores e indicarles que vuestro hijo se niega a hacer los deberes. Durante un tiempo irá a clase sin ellos y necesitará la ayuda de los padres y los maestros para reflexionar y entender lo que significa su comportamiento. Esta estrategia debería contribuir al desarrollo de un sentido de la responsabilidad y de la autonomía.
En general, ayudar a niños y adolescentes a organizar de forma gradualmente independiente el trabajo puede ser útil. Establecer prioridades, organizar el tiempo y los materiales, y hacer frente a los imprevistos son competencias muy importantes que deben desarrollar.
Animar a los niños a desarrollar competencias de metacognición (la capacidad de reflexionar sobre estados mentales, pensamientos, emociones propias y ajenas, y procesos cognitivos (Flavell, 1979)) y monitorizar activamente su regulación (Brown, 1987) favorece la identificación gradual de un estilo de aprendizaje propio, permite percibirse a sí mismo como activamente implicado y protagonista a la hora de estudiar y hacer los deberes. De cara al futuro, estas competencias se valoran mucho, al hacerse mayores, en el mundo del trabajo.
Si los hijos se dieran cuenta de que los padres tienen miedo de que los profesores les juzguen, podrían utilizar la oposición a asumir sus deberes de estudiante como un arma para chantajear.
“Si no estudio, te hago quedar mal”. Por eso resulta útil escapar de esta dinámica.
Para profundizar en el tema, se puede consultar el libro Los deberes en casa del pedagogo Philippe Meirieu (2005).
Notas, ansiedad de rendimiento y miedo al fracaso
En la sociedad actual, que rechaza cualquier forma de limitación porque la considera una fuente de frustración y establece altos estándares de rendimiento y resultados, el fracaso es tabú. Si nuestro hijo tiene algún problema, nuestra imagen ideal de padres perfectos entra inmediatamente en crisis.
Al retomar las clases se reactiva la ansiedad de rendimiento relacionada con los deberes y los exámenes. A menudo madres y padres viven las notas de los hijos como una evaluación de sus propias habilidades. Una nota baja en un examen es una mancha en su currículum de padres del año.
A menudo son los propios hijos los que piden una nueva gramática del fracaso, entornos de aprendizaje en los que equivocarse sea considerado como una etapa normal de proceso de crecimiento y no como un evento que compromete irremediablemente su existencia.
De hecho, los problemas relacionados con el fracaso escolar pueden favorecer la aparición de trastornos depresivos y conductas destructivas (Affuso y Bacchini, 2010).
Estas son algunas de las estrategias que pueden ser útiles para reducir la ansiedad y el estrés:
- Recordar que las notas y las valoraciones no hablan de la persona, sino de la ejecución de una tarea.
- Razonar sobre los procesos de aprendizaje más que sobre los resultados en función de la nota.
- Acoger y reflexionar sobre los errores, intentando entender las razones que hay detrás.
Entrenamientos, actividades y estudio: la rutina vuelve, el cansancio aumenta
Llega la vuelta al cole y el despertador suena antes. Hay que organizarse para llevar al colegio a muchos pequeños zombis que, entre un bostezo y otro, intentan prepararse para la jornada que les espera.
A la hora de comer, salen, comen algo y vuelven a prepararse para irse al campo de entrenamiento, al gimnasio, a piano, a inglés, a hípica, a la piscina… Las madres y padres se convierten de repente en pilotos de Fórmula 1 y llegan destrozados al final del día.
La proliferación de las actividades extraescolares contrasta con la realización de los deberes. Las páginas que hay que estudiar se vuelven inmediatamente demasiadas y el cansancio de los padres para conciliar el dominó de obligaciones de los hijos puede convertirse en un factor adicional para que estos se opongan a hacer sus deberes escolares.
En muchos casos, en esta dinámica también prevalece la idealización de los hijos ante la ecuación que establece que cuanto más y mejor hacen las cosas, mejores son.
Ejércitos de campeones deportivos, músicos y bailarines se ven a menudo presionados para lograr ciertos resultados con el objetivo de satisfacer los deseos de los padres. De modo que se pierde el contacto con la importancia del tiempo libre, en el que la creatividad y la fantasía se convierten en herramientas que hay que entrenar para combatir el aburrimiento.
Entonces, ¿qué podemos hacer? Bajar el ritmo, escuchar qué les apetece sin forzarlos, reconocer y separar las expectativas de los padres de las ambiciones de los hijos, y dejarles tiempo y espacio para descansar y aburrirse.
¿Es posible ponerse enfermo a causa del colegio?
¿Podemos ponernos enfermos por el colegio? La ansiedad, el estrés y la percepción de no estar a la altura pueden provocar cierto desasosiego y un profundo malestar psicológico en clase.
¿Hay condiciones que estén relacionadas con trastornos específicos que puedan hacer que la vuelta al cole resulte más complicada?
Fobia escolar
El peso de las expectativas, la competición y la ansiedad de rendimiento pueden hacer que chicos y chicas desarrollen un profundo miedo al colegio. Solo les queda irse a su habitación para aislarse de la realidad que les asusta y refugiarse en el mundo virtual.
De hecho, en las redes, uno puede ser exactamente cómo y quién quiere sin lidiar con el cansancio que supone habitar un cuerpo, mantener el peso, las expectativas y las exigencias de los padres, y afrontar la confrontación que las relaciones implican.
En estos casos, la ayuda psicológica se convierte en una herramienta fundamental para promover el bienestar de los niños y de las familias.
Trastornos del aprendizaje, TDAH, TEA: ¿una vuelta compleja?
Para los chicos con trastornos del neurodesarrollo y neurodivergencias como el TDAH, los trastornos específicos del aprendizaje o los trastornos del espectro autista, la vuelta a las clases puede coincidir con un aumento del estrés.
De hecho, retomar las clases implica la vuelta a una rutina compleja en la que se pasan largas horas quietos, concentrados, inmersos en grupos más o menos grandes de niños con los que se tienen que comunicar. Todos estos aspectos son muy diferentes de lo que experimentan durante las vacaciones.
Asimismo, a todo esto se añaden las largas tardes pegados a los libros para estudiar y hacer deberes en casa. Las extraescolares y servicios especializados pueden ser un gran apoyo para enfrentarse al extenuante cuerpo a cuerpo con las operaciones, los análisis gramaticales, los números y las letras.
Promover el bienestar y la salud en el colegio
Por lo tanto, ponerse enfermo por la escuela es posible y existen algunos trastornos específicos que pueden aumentar los niveles de estrés en clase. Podemos ayudar a la vuelta al cole y fomentar el bienestar y la salud mediante:
- las intervenciones de apoyo a los padres,
- la formación para familias y profesores,
- el apoyo de los psicólogos escolares.
Madurez, si te hubiera pillado antes: cuando los padres vuelven al colegio
Antes hemos mencionado la tendencia de los padres a intercambiarse con los hijos y a defenderlos cueste lo que cueste, en algunos casos, entrando incluso en conflicto con el centro educativo. En literatura, hablamos de “padres helicóptero” y “padres quitanieves” para indicar la tendencia a allanar el camino a los hijos y evitar que tengan que enfrentarse a problemas.
El miedo a ser criticados hace que los padres y las madres hagan los deberes en lugar de los estudiantes y vivan las notas como evaluaciones de su propio rendimiento.
Este esfuerzo se suele traducir en un cansancio considerable para los adultos, al cual se suma el miedo a no estar a la altura a medida que el nivel del colegio de los hijos aumenta.
Los profesores: ¿casi amigos?
Suena el timbre y parece que algunas familias vuelven a las trincheras para reanudar la guerra de desgaste con los profesores. Pero verlos como enemigos puede ser crítico y arriesgado. De hecho, deberían ver a los profesores como valiosos aliados en el viaje de crecimiento personal de los jóvenes.
La conflictividad por parte de los padres podría legitimar las actitudes de oposición de los alumnos en el aula. En caso de malentendido, puede ser útil hablar directamente con los profesores sin hacer comentarios delante de los hijos. Por lo tanto, la comunicación se convierte en un aspecto que ambas partes deben cuidar con mucha atención.
En este sentido, puede ser útil la aplicación de actividades de formación adecuadas. Especialmente durante el período en el que se retoman las clases, la sensibilidad de los docentes puede convertirse en una herramienta valiosa, capaz de identificar signos incipientes de malestar.
Pensemos, por ejemplo, en el tema de las notas. Para los padres resulta esencial dar un significado adecuado a la evaluación y vivirla lejos de la ansiedad. En cambio, en lo que concierne a los docentes, es crucial que no renuncien a su rol, el cual también ejercen y expresan mediante la evaluación del aprendizaje.
El riesgo reside en que una especie de lógica comercial, debida al ansia de conseguir matrículas de los colegios, lleve a olvidar estos aspectos con el fin de reducir la posibilidad de conflicto.
Si los estudiantes se convierten en clientes y el cliente siempre tiene la razón, es posible que se cuestionen las evaluaciones, las notas y las exigencias de compromiso. Es importante que ambas partes tengan cuidado con no ir por ese camino.
El soporte psicólogo en los centros educativos
La importancia de incorporar el soporte psicólogo en los centros educativos cada vez cobra más relevancia. El psicólogo escolar se encarga de intervenciones individuales o de grupo cuyo objetivo es el de fomentar el bienestar organizativo de los estudiantes, padres, docentes y empleados.
Mediante entrevistas individuales, proyectos en clase, formación a docentes y momentos de confrontación para los padres, los psicólogos y psicoterapeutas pueden introducirse en diferentes niveles de la organización escolar para promover una salud plena.
Solicitar una consulta con un profesional puede ser una manera idónea para recibir ayuda para mantener a raya el estrés que implica la vuelta al cole. El apoyo a los padres se transforma en una herramienta interesante para fomentar estrategias para “sobrevivir” a los deberes, los exámenes, las charlas y los boletines de notas. El hecho de no sentirse solos y beneficiarse de espacios de diálogo o escucha puede ayudar a muchos padres y madres a afrontar de mejor manera la vuelta a clase, incluso en el caso de los estudiantes con trastornos del neurodesarrollo.
En este último caso, el estar acompañados y apoyados a lo largo del complejo procedimiento de diagnóstico y de certificación es especialmente valioso. Asimismo, la psicología escolar puede favorecer la relación, la comunicación y la colaboración entre el centro educativo y las familias. En resumen, ¡un 10!
Llegamos al final del viaje
Mientras nos emocionamos un poco al rememorar el eterno ritual de forrar libros que huelen a papel intacto, volver a organizar los bolígrafos, los lápices y el borrador en el estuche para reemplazar el material desgastado, estamos a punto de concluir nuestro viaje de vuelta al cole.
Solo queda esperar a que suene el timbre recordando que, en el fondo, la educación es un gran privilegio, que la cultura y la formación son una riqueza para la humanidad y que, lamentablemente, no todos los niños del mundo tienen como ruido de fondo el sonido del timbre en su día a día. Al fin y al cabo, la palabra escuela deriva de un término griego que significa “tiempo libre”. No lo olvidemos. Asimismo, también podemos mencionar una serie de aspectos positivos desde un punto de vista social, relacional y familiar:
- Para los niños y adolescentes, la confrontación con el grupo de compañeros es fundamental para desarrollar capacidades relacionales, de regulación de las emociones, de tolerancia a la frustración y de aprendizaje basado en la experiencia, y para desarrollar su propia identidad.
- Para los estudiantes, también es fundamental poder conversar con adultos significativos que no sean sus propios padres. Los profesores pueden ofrecer comentarios constructivos aunque sean críticos y sin aceptación apriorística. Estas referencias pueden ser valiosas para reconocer e integrar partes de su identidad.
- Para los padres, conversar con otros adultos puede resultar útil para crear lazos de solidaridad y amistad, y para afrontar los aspectos críticos del crecimiento de los hijos. Es suficiente con no utilizar el chat de clase para fomentar la competición y peligrosas alianzas contra los profesores.
La pantalla de nuestro coche indica septiembre de 2024. Así que solo nos queda desearos ¡que tengáis un buena vuelta al cole!
Bibliografía
- Affuso, G., & Bacchini, D. (2010). Determinanti personali ed interpersonali del drop-out scolastico. Psicologia scolastica, 175.
- Brown, A. (1987). Metacognition, executive control, self-regulation, and other more mysterious mechanisms. Metacognition, Motivation, and Understanding/Lawrence Erlbaum Associates.
- De Masi, F., Moriggia, M., & Scotti, G. (2020). Quando la scuola fa paura: La fobia scolastica spiegata a genitori, docenti, psicologi e psicoterapeuti. Mimesis
- Flavell J. H. (1979) Metacognition and cognitive monitoring: A new area of cognitive-developmental inquiry American Psychologist, 34: 906-911.
- Meirieu, P. (2005). Los deberes en casa. Editorial Octaedro.
- Vitale, M. (2013). Facciamo i compiti. Sovera Edizioni.