La vergüenza hace que nos sonrojemos, el miedo provoca sudores fríos, el amor acelera los latidos del corazón, la ansiedad hace que se ralentice la salivación. Estos son solo algunos ejemplos que muestran con claridad cómo el cuerpo, las emociones y los sentimientos están estrechamente relacionados entre ellos.
La ciencia psicosomática los considera como una única realidad en continuo diálogo e interacción. El significado etimológico de la palabra psicosomática (de psyché, “alma” y soma, “cuerpo”), explica claramente el enfoque de esta ciencia.
Hace ya tiempo que se reconoce el vínculo entre mente y cuerpo, solo hay que pensar en cómo diferentes estados emocionales pueden provocar reacciones fisiológicas en grado de desencadenar, a veces, enfermedades con sus propias características y desarrollo; dichas enfermedades se conocen con el nombre de trastornos de somatización.
El cuerpo nos habla y da voz a lo que nuestra mente no es capaz de aceptar o comunicar libremente, lo que puede llegar a transformarse en un malestar físico y generar síntomas psicosomáticos específicos.
¿Qué son las enfermedades psicosomáticas?
¿Quién no ha ido alguna vez al médico de cabecera con un malestar y síntomas que, en apariencia, no tienen ninguna relación inmediata con un problema médico? Por lo general, se puede intentar descubrir su origen y asignarles el contexto adecuado a través de una serie de pruebas y exámenes.
Sin embargo, puede suceder que los análisis no demuestren la existencia de un trastorno orgánico subyacente. En estos casos podemos hablar de trastornos psicosomáticos los cuales se caracterizan por la presencia de diversos síntomas físicos que no coinciden con ninguna condición médica definida y que es muy probable que tengan su origen en un conflicto interno y, por lo tanto, de tipo psicológico, que se expresa mediante el lenguaje corporal.
Las causas de los síntomas psicosomáticos
Los síntomas psicosomáticos aparecen cuando el organismo está sometido a una situación de emergencia durante períodos de tiempo muy largos y a emociones inexpresadas o no resueltas (anestesia emocional), como estados de ansiedad arrastrados durante años, dificultad para gestionar la rabia o viejos rencores.
Por lo tanto, la ansiedad, el miedo o las situaciones estresantes no determinan en sí mismas este malestar físico, ya que estas emociones son inherentes a la existencia humana y, en cierta medida, son útiles para nuestro crecimiento.
El problema nace cuando los niveles de ansiedad y estrés superan un determinado umbral o perduran durante demasiado tiempo sin posibilidad de gestionarlos de forma sana y eficaz, llegando a provocar estos “dolores psicosomáticos” o estrés con somatización.
Alexitimia y trastornos de carácter psicosomático
La alexitimia es una condición psicológica que se caracteriza por la dificultad para identificar y describir las propias emociones. Las personas con alexitimia suelen tener dificultades para distinguir entre sensaciones físicas y sentimientos, y pueden tener una vida emocional aparentemente plana o poco expresiva (pensamiento orientado hacia el exterior).
La conexión entre la alexitimia y los trastornos psicosomáticos es objeto de numerosas investigaciones. Se considera que la incapacidad de procesar y expresar emociones puede contribuir al desarrollo de síntomas físicos como una forma alternativa en la que el cuerpo puede “expresar” aquello que no se es capaz de verbalizar.
Un estudio de la Universidad de Roma Sapienza, por ejemplo, ha observado una mayor incidencia de la alexitimia en personas con hipertensión en comparación con las normotensas.
El estudio concluye que “podemos hipotetizar que las personas hipertensas se sienten confusas con sus emociones. Además, somatizan las emociones, minimizan los componentes afectivos y expresan sus propias emociones mediante componentes fisiológicos porque no pueden procesar de forma consciente sus emociones.”
Los síntomas psicosomáticos más comunes
Los problemas psicosomáticos se revelan mediante una serie de síntomas somáticos. Veamos cuáles son las enfermedades psicosomáticas asociadas a partes del cuerpo más frecuentes; prestando atención, sin embargo, a recordar que, para algunas de ellas, el componente psicológico puede estar entre las causas, pero no ser la única razón detrás de su aparición.
- Trastornos digestivos: algunos de los órganos más sensibles a las “emociones indigestas” son el estómago y el sistema digestivo en su conjunto. Las náuseas, los vómitos, el dolor de estómago, la diarrea, la colitis y la gastritis pueden estar entre los síntomas de la ansiedad somatizada en el estómago.
- Trastornos cardiovasculares: arritmia, hipertensión, taquicardia, sensación de desmayo. En este caso, los síntomas no los causa simplemente la ansiedad en sí misma, sino los intentos fallidos de controlar las reacciones fisiológicas que se le asocian.
- Trastornos urogenitales: dolores e irregularidades menstruales, disfunción eréctil o de eyaculación, trastornos urinarios, vulvodinia.
- Enfermedades dermatológicas: acné, dermatitis psicosomática, picazón, sequedad cutánea y de las mucosas, excesiva sudoración nocturna por ansiedad.
- Trastornos neuromusculares: dolor de cabeza (cefalea o migraña), hormigueo, dolores como dolor de espalda o de garganta, rigidez muscular, parálisis, calambres, debilidad, temblor de ansiedad, bruxismo, tambaleos y mareos, desmayos por causas psicológicas.
Características comunes de los trastornos psicosomáticos
Los trastornos psicosomáticos, en los estudios de la psicología de la salud, aparecen vinculados a algunas características comunes que se pueden resumir de la siguiente manera:
- Vulnerabilidad neurótica: un evento traumático puede provocar un trastorno de síntomas somáticos, especialmente si evoca un trauma presente en la historia personal.
- Cronificación del estímulo emocional y de la respuesta orgánica.
- Etiología multifactorial, es decir, debe investigarse en detalle por qué se producen determinados acontecimientos o procesos.
- Somatización, es decir, el “salto” de lo psíquico a lo somático.
Una lectura relacional
Una explicación interesante, en óptica relacional, de los trastornos psicosomáticos es la dada por el psiquiatra y psicoterapeuta Salvador Minuchin, que sostenía que el “paciente psicosomático” se relaciona de manera disfuncional con los otros miembros de su familia.
Estas relaciones insanas se caracterizan por:
- la gran intromisión en los asuntos de los demás,
- la tendencia de los componentes a preocuparse en exceso por los demás,
- la protección excesiva,
- la rigidez y el rechazo al cambio, por ejemplo, en la crianza de los hijos,
- el hecho de evitar el desacuerdo, por lo que se convive con grandes conflictos que no se pueden expresar y, por lo tanto, tampoco resolver.
Cura de las somatizaciones
¿Cómo se resuelven los trastornos psicosomáticos? En primer lugar, para el tratamiento del trastorno psicosomático es necesario excluir cualquier causa de carácter orgánico. Por ejemplo, hablaremos de “náuseas psicosomáticas”, “diarrea psicosomática” o “vómito psicosomático” solo tras asegurarnos de que estos trastornos no tengan una causa física.
Llegados a este punto, si se excluye el uso de fármacos para trastornos psicosomáticos, la intervención terapéutica resulta muy útil como estrategia relacional con el objetivo de:
- desarrollar la autonomía individual,
- reconocer y expresar los conflictos,
- gestionar las emociones de forma eficaz,
- y valorizar el cambio