Los ataques epilépticos pueden tener diversos factores desencadenantes y uno de ellos es el estrés. La interacción entre el sistema nervioso y el estrés crónico puede aumentar la probabilidad de sufrir crisis epilépticas en personas con predisposición a las mismas.
Entender la relación entre epilepsia y estrés es fundamental para reconocer las señales de un posible ataque y adoptar estrategias preventivas adecuadas. Contar con información correcta puede ayudar a gestionar eficazmente las crisis epilépticas no solo a quiénes sufren de epilepsia, sino también a sus familiares y cuidadores, lo cual mejora la calidad de vida del paciente.
En este artículo responderemos a diferentes preguntas, por ejemplo, si existe realmente la epilepsia provocada por estrés emocional y cuál es la diferencia entre las convulsiones y las crisis epilépticas.
¿Qué es un ataque epiléptico?
La epilepsia es un trastorno neurológico crónico que se caracteriza por ataques epilépticos recurrentes, que se deben a una actividad eléctrica anómala y repentina en el cerebro. Esto significa que una única crisis convulsiva no se puede considerar como epilepsia.
Los ataques epilépticos se pueden manifestar de diferentes maneras, en función de las zonas cerebrales que se vean afectadas, y pueden variar de breves momentos de ausencia a convulsiones generalizadas con pérdida de conciencia y movimientos involuntarios.
Tipos de crisis epilépticas
Existen dos tipos de crisis epilépticas principales: las crisis focales y las crisis generalizadas.
- Crisis focales o parciales: se originan en una zona específica del cerebro y pueden ser simples (sin pérdida de conciencia) o complejas (con alteraciones del estado de conciencia). Los síntomas pueden incluir movimientos involuntarios, alteraciones sensoriales o trastornos del lenguaje.
- Crisis generalizadas: afectan a ambos hemisferios cerebrales desde el principio y provocan una pérdida de conciencia. Pueden manifestarse con convulsiones (crisis tónico-clónicas), ausencias o movimientos anómalos.

Ataque epiléptico: síntomas
Existen diferentes síntomas de ataques epilépticos en función de la persona y el tipo de crisis. Algunas de las señales más habituales que se producen antes del inicio de una crisis son:
- el aumento de la ansiedad y la tensión,
- la confusión mental y la alteración de las percepciones,
- la dificultad para concentrarse,
- la pérdida de conciencia.
En cambio, la crisis convulsiva se puede manifestar con:
- espasmos motores y musculares descontrolados, como temblores y sacudidas,
- desmayo y rigidez corporal,
- estados de ausencia y disociación,
- sensación de déjà vu o alucinaciones sensoriales.
Cuando se termina la fase aguda del ataque epiléptico, por lo general aparecen síntomas como dolor de cabeza, cansancio repentino, confusión y pérdida de memoria.
Ataque epiléptico: causas psicológicas y físicas
¿El estrés puede causar epilepsia? ¿Por qué se dan ataques epilépticos por estrés y ansiedad? Existen varios mecanismos subyacentes como las alteraciones neuroquímicas, los cambios hormonales, los trastornos del sueño y la sobrecarga emocional y física.
El estrés prolongado y crónico influye en los niveles de los neurotransmisores al regular la excitabilidad neuronal. El cortisol y otras hormonas del estrés pueden aumentar la actividad cerebral y hacer que el encéfalo sea más vulnerable a las crisis. Asimismo, el estrés crónico a menudo se asocia al insomnio o al sueño de poca calidad, factores que pueden favorecer las crisis epilépticas. Los largos períodos de estrés intenso pueden sobrecargar el sistema nervioso, lo que contribuye a la predisposición a episodios epilépticos.
Algunas personas presentan una predisposición genética a la epilepsia, que puede derivar de mutaciones específicas en los genes que regulan la actividad neuronal. Además, algunas condiciones neurológicas como las malformaciones cerebrales, las lesiones craneales, las infecciones del sistema nervioso central o las enfermedades degenerativas pueden aumentar el riesgo de desarrollar epilepsia.
Además de los factores de predisposición, existen diversos elementos externos que pueden facilitar la aparición de crisis epilépticas como la privación del sueño, el consumo de alcohol y las luces intermitentes.

Gestionar las causas de los ataques epilépticos por estrés
La gestión del estrés puede ayudar a optimizar el control y la prevención de las crisis epilépticas, así como las comorbilidades psiquiátricas asociadas a la epilepsia.
Las consecuencias de los trastornos psiquiátricos y de la epilepsia son eventos inherentemente estresantes que erosionan la resiliencia personal (Rutter, 1985; Tedrus et al., 2020), lo que hace que las personas afectadas se vuelvan vulnerables a nuevas respuestas desreguladas al estrés provocado por el cortisol.
Existen terapias como, por ejemplo, la estimulación del nervio vago, que se utilizan para tratar tanto la epilepsia como la depresión grave y resistente a tratamiento, que provoca una reducción de la activación en reposo en el hipocampo, la amígdala y otras regiones que participan en la regulación del eje hipotálamo-hipofisario (Kraus et al., 2007).
Las opciones actuales del tratamiento farmacológico para la epilepsia y las comorbilidades psiquiátricas son limitadas y suponen un reto, ya que los fármacos anticrisis pueden agravar los trastornos del estado de ánimo (Shneker et al., 2009), mientras que los antidepresivos pueden disminuir el umbral de las convulsiones.
Se han investigado varios métodos, como los enfoques conductuales, cognitivos y emocionales, para ayudar a los pacientes a desarrollar estrategias eficaces para gestionar el estrés y las crisis epilépticas (Kotwas et al., 2017).
Entre estos enfoques se encuentran la terapia cognitivo-conductual (TCC) y técnicas para la mente y el cuerpo como el mindfulness, la meditación, la relajación y el yoga. Mediante la reducción del estrés se puede limitar la aparición de los ataques epilépticos, su frecuencia y su gravedad, o controlarlos mediante el biofeedback de la actividad electrodérmica (Micoulaud-Franchi et al., 2014).
Asimismo, algunos estudios han demostrado que la práctica del mindfulness puede reducir la ansiedad (Tang et al., 2015) y los síntomas depresivos, y mejorar la calidad de vida y la autoestima de los pacientes con epilepsia. La práctica del yoga también ha mostrado efectos positivos en la calidad de vida del individuo y en la frecuencia de las crisis epilépticas.
Un enfoque multidisciplinar para la gestión de la epilepsia
El estrés es un importante desencadenante de crisis epilépticas, pero mediante una correcta información y la adopción de estrategias adecuadas es posible reducir el riesgo y mejorar la calidad de vida de las personas con epilepsia. Un enfoque multidisciplinar que combine la medicina, el apoyo psicológico y estilos de vida adecuados puede marcar la diferencia a la hora de gestionar la patología.