¿Estás preparado o preparada para dejar la casa de tus padres? A menudo, escuchamos hablar del síndrome del nido vacío (ese sentimiento de soledad y tristeza que suelen experimentar los padres cuando sus hijos se emancipan para iniciar una nueva vida fuera del hogar familiar), pero lo cierto es que, por diversos motivos, hay muchas personas que se hacen mayores y no se van de casa.
Sin llegar a la situación de la película Novia por contrato, en la que unos padres desesperados por tener a un treintañero todavía en casa contratan a una chica para que le motive a independizarse, lo cierto es que a terapia llegan tanto padres como hijos buscando ayuda para tratar de cerrar este capítulo de convivencia sin provocar heridas. En esta entrada del blog, hablamos del miedo y la sensación de estar triste por dejar la casa de los padres, y de los problemas familiares que esto puede conllevar.
El vínculo con la familia de origen
El hogar es el lugar donde se han generado los lazos familiares y donde se han vivido muchos acontecimientos. La casa familiar es como un contenedor de afectos y relaciones que un conjunto de personas han creado y fortalecido día a día, en el que se han compartido momentos rodeado de “los tuyos”.
A menudo, hay quienes sienten miedo a dejar la casa de los padres y ven este lugar como algo imposible de abandonar. Pareciera que la unión familiar podría romperse al salir por esa puerta que se volverá a atravesar en un futuro, pero ya no de la misma forma, se cruzará ya de una forma independiente. A veces, dejar la casa de los padres sin generar fracturas, dolores y rencillas que marcarán a ambas partes no es fácil.
Desvincularse, un complejo proceso
Cada familia es un mundo, pero lo cierto es que muchas veces el tema de la emancipación no se trata, probablemente porque hay quienes no saben cómo enfrentarlo; entonces se dilata la independencia del hogar familiar y eso hace que muchas personas extiendan la adolescencia (se habla de los adultos jóvenes).
Hay un hito que marca un antes y un después en la relación padres-hijos cuando se independizan. Es normal sentir miedo a dejar la casa de los padres, pues se está poniendo fin a una etapa para emprender un camino nuevo con muchas dudas “¿Qué tal me irá?, ¿Realmente puedo afrontarlo económicamente? ¿Y si tengo que volver?” Dejando de lado las complicaciones económicas, laborales etc., hay quienes tienen miedo a dejar la casa de los padres porque esto supone salir de una zona de confort y empezar a tomar decisiones difíciles y a abandonar rutinas y tener que crear otras nuevas.
En algunos casos, una educación excesivamente protectora por parte de los padres también puede dificultar el proceso de desvinculación y maduración de los hijos, y dar lugar a lo que se conoce como síndrome de Peter Pan, donde la persona tiene miedo a madurar y crece sintiéndose incapaz de manejar la vida por sí misma.
Asimismo, cuando la desvinculación es complicada y se arrastran conflictos personales y problemas de comunicación, la relación entre padres e hijos puede volverse conflictiva. Esto, en ocasiones, explica por qué un hijo adulto rechaza a su madre o a su padre y se comporta de forma distante o evasiva.
Dejar la casa de los padres en buenos términos
Ante el fin de esta etapa, la separación será mejor si la relación entre padres e hijos se basa en la confianza. El proceso se vivirá de forma sana, como “ley de vida”. En estos casos, si hay comunicación y la decisión es tomada de forma meditada y no desde el conflicto (en un ataque de ira o desde la emoción de la rabia por algún suceso que haya tensado las relaciones familiares) la transición será más llevadera. Además, ambas partes habrán tenido tiempo para hacer una mentalización de la nueva situación, y quizás los padres incluso se involucren en la búsqueda de la nueva vivienda, en la decoración...
La ayuda de la terapia
A menudo, la desvinculación se produce de forma natural, sin excesivo malestar ni problemas. Cuando esto no ocurre así y la separación resulta especialmente dolorosa y compleja de gestionar, muchas familias optan por ir al psicólogo para afrontar juntos esta transición en sus vidas.
Primero con ayuda profesional, y continuando de forma después autónoma, es importante:
- Establecer una comunicación y escucha activa.
- Adquirir nuevas estrategias y perspectivas e invertir emocionalmente más allá de la familia de origen.
- Empezar a proyectarse en el mundo exterior.
-Comprender el punto de vista y la experiencia de los demás.
Dejar la casa de los padres es una nueva etapa necesaria en la vida de las personas. Si necesitas ayuda profesional para enfrentar el paso, no dudes en pedirla.