Existe una estrecha relación entre la piel y el sistema nervioso, lo que explica cómo las intensas alteraciones emocionales pueden afectar el estado de la piel. Esto puede dar lugar a manifestaciones psicodermatólogicas como la dermatilomanía, que es la protagonista de esta entrada del blog.
La dermatilomanía, o trastorno de excoriación, es un cuadro clínico caracterizado por el acto impulsivo o deliberado de rascarse la piel hasta producir lesiones cutáneas. Las partes del cuerpo donde se produce más a menudo:
- cara;
- manos;
- brazos;
- piernas.
Por lo general, las personas con este trastorno pasan una cantidad significativa de tiempo tocándose la piel persistentemente o resistiendo la tentación de hacerlo.
Cómo reconocer el trastorno de excoriación
El diagnóstico de dermatilomanía se realiza sobre la base de criterios clínicos específicos. Para poder decir que una persona sufre del trastorno de excoriación debe:
- Provocarse lesiones cutáneas de forma recurrente.
- Hacer repetidos intentos de reducir o dejar de tocarse la piel.
- Experimentar un malestar clínicamente significativo o un deterioro del funcionamiento en el ámbito social, laboral u otras áreas importantes.
Es habitual que las personas con dermatilomanía sientan impotencia, rabia por no poder parar, culpa y vergüenza por haberse causado ellas mismas las lesiones cutáneas. Además, al tener una fuerte influencia negativa en su aspecto físico tratan de camuflarlo de todas las formas posibles, por ejemplo, con maquillaje, ropa o evitando lugares públicos (como playas, gimnasios, piscinas) donde las lesiones son visibles de cara al resto. Si la persona siente un malestar hacia determinados aspectos de su cuerpo de una forma obsesiva (supuestos defectos percibidos como tal), podríamos estar ante un caso de dismorfia corporal.
Creer que las emociones negativas se desvanecerán
La persona que padece trastorno de excoriación intenta calmar la ansiedad o el miedo pellizcándose y rascándose la piel, así percibe un alivio inmediato. Esta sensación, por supuesto, es temporal ya que a la gratificación inmediata le seguirá la ansiedad de haber perdido el control y se desencadenará un círculo vicioso que provocará la acción compulsiva.
La dermatilomanía parece tener dos funciones principales:
- Regular las emociones.
- Recompensar psíquicamente a quien la padece, desencadenando, sin embargo, una adicción.
En algunos casos, este problema se relaciona más con el trastorno dismórfico corporal, que implica una preocupación excesiva por un defecto físico real que percibe la persona. Es en esos casos en los que se enfocará más en esas áreas “imperfectas” y empezará a tocarse los granos, descamaciones, lunares, cicatrices previas, etc.
La dermatilomanía, ¿es un trastorno obsesivo compulsivo?
En el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) encontramos la dermatilomanía dentro del capítulo de trastornos del espectro obsesivo-compulsivo, pero no dentro del propio TOC.
Esto se debe a que las conductas repetitivas centradas en el cuerpo (característica principal de la dermatilomanía) no están guiadas por pensamientos intrusivos no deseados (obsesiones) y no tienen como objetivo evitar posibles daños a uno mismo o a los demás, sino reducir el estrés.
Además, en el TOC las obsesiones y compulsiones pueden estar relacionadas con una amplia gama de preocupaciones y temas: orientación sexual, contaminación o la relación con la pareja (en este último caso hablamos de TOC de amores). En cambio, en el trastorno de excoriación se trata siempre de un intento de aliviar un estado de tensión.
¿Qué se puede hacer?
Manejar la dermatilomanía puede llegar a ser realmente complejo. Además de iniciar un tratamiento dermatológico, también será necesario profundizar en el foco del problema (cuándo, por qué motivos, de qué forma se presenta) y eso se puede lograr con ayuda psicológica.
Uno de los tratamientos más utilizados y que consigue mayores resultados es la terapia cognitivo conductual, dirigida a revertir los hábitos compulsivos a través del autoseguimiento y el control de estímulos.
La primera fase servirá para recopilar la información necesaria:
- Origen e inicio de los síntomas.
- Cómo y cuándo ocurre.
- Sobre cuáles son las consecuencias y sobre todo las causas.
En la segunda fase, el psicólogo ayudará a la persona a manejar el síntoma mediante el uso de estrategias específicas, entre las que se destaca el entrenamiento de reversión de hábitos (TRH por sus siglas en inglés). Es una técnica que tiene como objetivo aumentar la conciencia de los pensamientos, situaciones, emociones y sensaciones que provocan el rascado automático de la piel, y fomentar la adquisición de conductas competitivas que puedan reducirlo.
Tratamientos igualmente cualificados que aplican el compromiso y la concienciación para reducir la emoción disfuncional subyacente al trastorno de excoriación son:
- Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT).
- Terapia dialéctica conductual (DBT).
Salir de la pesadilla es posible
El primer paso es tomar conciencia del problema, en ocasiones quienes se pellizcan y rascan la piel lo hacen de forma tan automática que ni siquiera se dan cuenta. También es importante no subestimar lo que ocurre y creer que es una simple mala costumbre que, a base de voluntad, se solucionará.
Existen varias técnicas de relajación, como el entrenamiento autógeno, por ejemplo, la meditación, estar en contacto con la naturaleza, practicar actividades como el deporte o la interpretación (los beneficios del teatro a nivel psicológico son interesantes) que pueden contribuir a controlar los nervios y a relajarse.
De todos modos, y como indicamos antes, ir al psicólogo y a un dermatólogo ayudará a acabar con este problema. ¡Da el paso y empieza a recuperar tu bienestar!