Las personas con trastornos de la personalidad no suelen ser conscientes de padecerlo. Para entender mejor dicho mecanismo podemos subrayar una ligera diferencia entre rasgo y trastorno de personalidad: el rasgo de personalidad constituye el modo en el que un individuo se percibe y se relaciona consigo mismo y con su entorno, y se expresa en diversos contextos sociales y culturales. Cuando estos elementos se vuelven “rígidos e inadaptados” y afectan a la vida cotidiana de la persona, es probable que nos encontremos ante un trastorno de la personalidad.
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En el DSM-5, la definición de trastorno de la personalidad indica “un patrón de experiencia interna y de comportamiento que se desvía notablemente de las expectativas de la cultura del individuo y que se produce al menos en una de las siguientes áreas: razonamiento, afectividad, funcionamiento interpersonal o control de los impulsos.”
El patrón de los trastornos de personalidad afecta a la vida social y laboral de la persona, y no es una manifestación o una consecuencia de otros trastornos.
Los criterios para diagnosticar trastornos de personalidad prevén que estos sean inadaptados, inflexibles y duraderos. En un trastorno de la personalidad, la persona no suele ser consciente de tener un problema relacionado con los rasgos de personalidad y se percata únicamente cuando surgen otros problemas psicológicos como pueden ser la ansiedad, las adicciones, el trastorno de estrés postraumático o los trastornos depresivos.
Los síntomas varían dependiendo del tipo de trastorno de la personalidad. Algunos de ellos son: los problemas en las relaciones interpersonales, las reacciones emocionales disfuncionales, los pensamientos distorsionados y la dificultad para regular los impulsos. También se puede dar el caso en el que el individuo que padece un trastorno de personalidad no sea capaz de percibir un yo definido y estable.
Entre los posibles factores de riesgo de los trastornos de la personalidad cabe mencionar:
Los últimos parecen estar entre las causas principales que marcan la diferencia entre la organización de la personalidad y el trastorno de la personalidad: mientras la primera no presenta rasgos patológicos y es útil para el desarrollo de la persona, un trastorno de la personalidad presenta características disfuncionales que pueden dar lugar, en los casos graves, a una tendencia a autolesionarse.
En el DSM-5, los trastornos de personalidad se clasifican en grupos o categorías, de la siguiente manera:
¿Es posible curar un trastorno de la personalidad? No existe una única respuesta a esta pregunta, pero un trastorno de personalidad se puede tratar con diversos enfoques terapéuticos como: la terapia cognitivo-conductual, la terapia dialéctico-conductual, la terapia de esquemas o la terapia metacognitiva interpersonal.
Según el trastorno de la personalidad y su alcance, las terapias psicológicas también se asocian a terapias farmacológicas que se utilizan, por ejemplo, para el tratamiento de posibles estados de ansiedad y depresión.
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